(Continuación) Ni más ni menos se le ocurrió decir, “Excelencia, hemos vencido a la pérfida Albión y le dedicamos gustosos la victoria”, un exceso verbal poco diplomático que sin duda alguna le costó el cargo, vía embajada inglesa. Pero no, a pesar de esto, no me parece algo negativo el uso de la metáfora bélico-futbolera.
Ya de la que va, casi podríamos considerarla como una
suerte de épica futbolística que desentumece viejas reivindicaciones
históricas, lo que dicho así podría traer cola pero va a ser que no, pues una
cosa es la épica del fútbol y otra muy distinta la cultura del fútbol.
¿Podemos considerar cultura, entendamos lo que entendamos
con dicho término, lo que ocurría en el circo de Roma?, ¿lo puede ser un
partido entre selecciones nacionales?, ¿lo es un Sevilla-Betis? A todo esto, ¿qué
opina usted?, se lo pregunto porque, si se sabe buscar, haber, haber, hay
respuestas para todos. Vamos como en botica.
En consonancia con la creencia de que el ser humano es “violento por naturaleza” -al menos, y a veces, cuando va en manada-, algunos pensadores consideran que es bueno que la sociedad expulse sus inquietudes diarias. Que encuentre alivio a sus problemas cotidianos y se olvide de ellos, pasando un buen rato en un estadio.
Un rayo
de luz clara
Puede que tengan razón y entonces, podamos aceptar que el
fútbol ha hecho algo bueno y sea, en sí mismo, una expresión de la cultura. Puede.
En ese sentido, las navidades de 2019, previas al primer año coronavírico
COVID-19, y desde esta misma tribuna, escribí ‘Guerra, Navidad y futbol
(1)’ y ‘Guerra, Navidad y futbol (y 2)’, en relación con la Tregua
de Navidad de 1914 y su vínculo con el futbol, los villancicos,
los regalos, etcétera.
Empezaba la Primera Guerra Mundial y unas décadas
después, finalizada ya la Segunda Guerra Mundial, Paul Auster (1947),
escritor y cineasta estadounidense, por cierto, Premio Príncipe de Asturias
de las Letras en 2006, se manifestaba al respecto: “El fútbol es un
milagro que le permitió a Europa odiarse sin destruirse”.
Sin duda el fútbol es el gran espectáculo que ha llegado a ser porque, entre otras posibilidades hacedoras, permite la escenificación lúdica de la identidad, o mejor dicho, de las identidades, de la diversidad social humana. Que es por donde creo iban también las reflexiones del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015), cuando escribió aquello de que “el fútbol es una guerra danzada”. De ser así estamos, tan solo, ante un rayo de luz claroscura.
En
contra del fútbol, como metáfora de guerra
Pero no es menos cierto que el fútbol también ha ayudado
a consolidar dictaduras. Desde la de Hitler, que se apoyó en él para
validar su idea de ‘raza aria superior’, llevándola al extremo de fusilar en
1942 a buena parte de la plantilla del Dinamo de Kiev, después de que estos
ganaran a una selección alemana escogida para el evento, en plena ocupación nazi
de Ucrania.
Hasta la de Mussolini, bajo cuyo mandato Italia
“conquistó” dos campeonatos mundiales, el de 1934 y 1938. Pasando, por
supuesto, por la España de Franco que suavizó su imagen de régimen
totalitario con el Real Madrid de los Di Stéfano, Puskas, Gento
y otros, como el mejor de los embajadores posibles. Un rayo oscuro de luz. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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