En este segundo (2.º) año pandémico de la COVID-19 celebramos el centenario o centésimo (100.º) aniversario del nacimiento de una gran desconocida de la ciencia española, en particular de la disciplina de la química.
Me refiero a la izabarra María
Josefa Molera Mayo (1921-2011), quien tras no pocas vicisitudes obtuvo con veintiún
(21) años la licenciatura de Ciencias Químicas en 1942 por la Sección de
Químicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense de Madrid,
tras realizar los cinco cursos universitarios en tan solo tres años.
Con posterioridad se
doctoró en 1948 con la calificación de sobresaliente cum laude,
obteniendo además el Premio Extraordinario de Doctorado por el trabajo
realizado en el Instituto Rocasolano de Química Física del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, CSIC.
Unos años de estudio y trabajo, obtuvo una plaza de profesora auxiliar en la Cátedra de Química Técnica en los que, para poder sobrevivir, tuvo que dar clases particulares de química e idiomas pues, además de español hablaba francés, inglés, alemán y ruso.
Dado los excelentes
resultados obtenidos en su tesis sobre las aplicaciones de los electrodos de
mercurio (Hg), consiguió un puesto de colaboradora en dicha
institución, un logro excepcional al alcance de muy pocas pues no olvidemos que
estamos en una época en la que apenas existían doctorandas en química y aún no
se admitían mujeres en dicho instituto.
Primera salida “nobelera” al extranjero
En 1950 consigue la
prestigiosa beca ‘Ramsay Memorial Fellowship Trust’, que le permite
trabajar el curso 1950-51 en el Physichal Chemistry Laboratory de la
Universidad de Oxford (Inglaterra), bajo la dirección del director del mismo, Sir
C.N. Hinshelwood (1897-1967) que fue Premio Nobel de Química en 1956
por ‘sus estudios sobre la dinámica de las reacciones químicas’.
A su regreso puso en práctica lo aprendido y contribuyó en la construcción de uno de los primeros cromatógrafos de gases del país, cuando en aquella época, 1951, no se disponían de fondos económicos para ello, por lo que tuvieron que utilizar técnicas simples y elementales, y material básico de laboratorio.
Trato de decirle con esto
que se trató más bien de un “cromatógrafo casero” pero que su implicación en el
proyecto resultó fundamental para el éxito del mismo. Además, creó una nueva
línea de investigación en el Instituto de Química Física, el de las reacciones
de pirolisis y oxidación de los compuestos orgánicos en fase gaseosa a
bajas temperaturas.
Y con posterioridad creó
el Departamento de Cinetoquímica que dirigió hasta su jubilación en 1986. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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