jueves, 3 de octubre de 2019

Monumento del Compás del Baratillo

(Continuación) Mareante, dicho en la acepción que el término tiene de aturdimiento o molestia física y no en la asociada al que profesa el arte y la técnica de la navegación, la que se aprendía en la organización gremial de marinos creada en Sevilla en 1556 y conocida como Universidad de Mareantes o Universidad del Mar que unos años después, en 1573, tuvo su sede en la calle Larga (actual Pureza) de Triana, en el edificio conocido hoy como Casa de las Columnas.
Por último y no por ello menos importante, pasamos al tercer elemento protagonista del monumento del otrora arrabal del Arenal, y que está colocado en su parte más alta: la cruz de hierro forjado que lo corona y que, vista así, a bote pronto, nos resulta bastante familiar. Pero vayamos por parte.
Acerca de la leyenda del monolito
Aunque es usted libre de circundarlo hasta seis veces, para así para enterarse de lo que dice, por si ahora no le apetece o puede, le transcribo íntegra la larga leyenda que reza así:
   “En el siglo XVI, Sevilla, centro de confluencia mundial y puerta de entrada de las riquezas que subían por el curso del Guadalquivir, fue punto de partida de la hazaña marítima más importante de la historia del hombre: la primera vuelta al mundo.
   En 1649 quedaron enterrados en este entorno, llamado monte del Baratillo, marineros, pescadores y vecinos del Arenal que perecieron debido a una epidemia de peste. Existía en él esta cruz que se conmemora, convirtiéndose en un lugar de culto y devoción que dio origen a la Hermandad de la Cruz del Baratillo. Diciembre 2013”.
El texto, la verdad un poco descuidado en su planteamiento y desarrollo, en realidad es la mezcla heterogénea de al menos tres historias -marinera, necrológica y cofradiera- envueltas eso sí en un manto religioso, y que en puridad nada tienen que ver entre sí, salvo el hecho de compartir un lugar común. Verán.
Referencia marinera
En primer lugar, la marinera. El texto cita la gesta culminada por Juan Sebastián Elcano en 1522 y es que, desde tiempo atrás y aproximadamente en este mismo lugar, existía un montículo donde se ubicaba un pedestal con una cruz de hierro forjado orientada hacia el río, que era lugar de oración y devoción para la gente del barrio y el resto de la ciudad.
Pero no sólo para ellos, también lo era para los navegantes y marineros que a ella se encomendaban, antes de emprender la carrera de Indias y cruzar el Atlántico. Se la conocía como la cruz del monte del Baratillo. De modo que este nuevo monumento del barrio del Arenal, unión y charnela entre la urbe y el río, de alguna forma rememora a los navegantes del siglo XVI y referencia la relación histórica de la ciudad con su río. Lo que está bien.
Lo que no lo está tanto, y es sólo mi opinión, es el añadido con el que continúa el texto, acerca del enterramiento, que en él tuvo lugar en 1649, de los cuerpos de los marineros, pescadores y vecinos del Arenal que perecieron debido a una epidemia de peste que asoló la ciudad en aquél terrible año. (Continuará)
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