jueves, 10 de octubre de 2019

Julia Bowman Robinson

Desde que nació, Julia Bowman (1919-1985), tuvo una constitución enfermiza. Mostraba dificultades en el habla y con pocos años enfermó de escarlatina que se complicaron con unas fiebres reumáticas.
Un cuadro médico que la obligaron a pasar más de un año en cama y le dejaron problemas cardíacos durante toda su vida. Una niña débil en lo físico, sí -desarrolló tal grado de timidez que era su hermana mayor Constance la que hablaba por ella-, pero muy fuerte en el intelecto y verán por qué les digo esto.
Julia, al no poder asistir a la escuela tuvo que acabar la primaría en casa con la ayuda de un tutor y de Constance. Del primero les diré lo que dijo de la niña con respecto a su capacidad: “… en un año, trabajando tres mañanas a la semana, avanzamos en el programa de quinto, sexto, séptimo y octavo grados…”.
Y de su hermana, por ahora, sólo un adelanto. Con el tiempo se daría a conocer como historiadora de las matemáticas con el nombre de Constance Reid (1918-2010). De este periodo de unión entre hermanas le vino probablemente a la niña su interés por las ciencias exactas. Se cuenta que en cierta ocasión llegó a pasar toda una tarde calculando dígitos de la raíz de dos, para comprobar que no había ley de recurrencia entre ellos. En fin.
Superada la enfermedad los estudios de secundaria los hizo ya en el instituto, siendo la única chica matriculada en las clases de matemáticas y física, donde recibió la medalla ‘Bausch and Lomb’, un galardón como mejor alumna de ciencias del centro.
Teniendo ya decidido ser maestra de matemáticas, en septiembre de 1937, su padre se suicida al perder sus ahorros a causa del crack del 29, haciéndose cargo de los gastos de estudio de ambas hermanas una de sus tías.
Por ese tiempo cae en sus manos Hombres en las Matemáticas, libro escrito en 1937 por el matemático y escritor de ciencia ficción escocés Eric Temple Bell (1883-1960), cuya lectura la determina a estudiar matemáticas en la Universidad de California. Allí se matricula en Teoría de Números con el profesor y matemático estadounidense Raphael M. Robinson (1911-1995), llegando a entrar en su departamento como profesora.
Trabajo, amor y doctorado
Publica diferentes artículos sobre el tratamiento de ecuaciones diofánticas y -es lo que tiene el roce, que hace el cariño-, quienes empezaron como profesor y alumna, y pasaron a ser colegas después, en 1941 se convirtieron en mujer y marido. Todo parecía marcharle bien a Julia, miel sobre hojuela que diría aquél, sin embargo, con la boda, llega el primer disgusto.
Resulta que por ley, en aquella época, estaba prohibido que un matrimonio impartiera clases en el mismo departamento, de modo que uno de los dos tenía que renunciar. Y claro, ese uno siempre era la mujer, de modo que Julia tuvo que enseñar otras asignaturas en otro departamento y, además, hacerlo de forma discontinua y esporádica. (Continuará)
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