(Continuación) Por orden
cronológico de compositor y composición, el primer referente relacionado con el
satélite corresponde al músico alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827) y
a una de sus más famosas composiciones, la sonata escrita en 1801 y publicada
en 1802, conocida popularmente como ‘Claro de Luna’.
Conocida digo porque, en
realidad, se llama ‘Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor
«Quasi una fantasia», Op. 27, n.º 2’, y según cuenta cierta leyenda, no es la única al respecto, su origen está
inspirado en una conversación en la que el compositor confesaba de manera sutil
a una amiga ciega, la liberadora idea de suicidarse que le andaba rondando por
la mente. Naturalmente, para animarle y convencerle de lo contrario, le respondió
que ella, sin embargo, daría la vida por ver una noche la Luna.
Entonces fue cuando Beethoven,
impresionado por sus palabras, decidió componer su famosa melodía para que, ya
que no podía verla al menos pudiera oírla. En fin, es
una leyenda, y aunque ya conocen el proverbio italiano ‘se non é vero, é ben
trovato’, también podría ser cierto lo que cuenta, por que no.
Como cierto es de toda
certeza, que la primera edición de esta obra llevaba escrito el siguiente texto
dedicatorio: «Sonata casi una fantasía para clavecín o piano, compuesta y
dedicada a la señorita condesa Giulietta Guicciardi, de Ludwig van Beethoven.
Op. 27, n.º 2. Publicado en Viena en casa de Giovanni Cappi, Michaelerplatz N º
5.». O sea.
Por otro lado, está
demostrado que la familia de dicha señorita estaba emparentada con los
Brunswick, muy amigos de Beethoven, y que pronto la joven Giulietta se
convirtió en una de sus discípulas aristocráticas, pero no una más.
Prueba de ello es que no aceptó ninguna remuneración por sus clases, en la que por cierto se mostraba muy exigente como profesor y que, al cabo de un tiempo, la relación entre profesor y alumna dio un paso más, convirtiéndose en algo más cálido, ya me entienden. Es lo que tiene el roce y al fin al cabo el músico se aproximaba a los treinta años y ella tenía diecisiete.
Prueba de ello es que no aceptó ninguna remuneración por sus clases, en la que por cierto se mostraba muy exigente como profesor y que, al cabo de un tiempo, la relación entre profesor y alumna dio un paso más, convirtiéndose en algo más cálido, ya me entienden. Es lo que tiene el roce y al fin al cabo el músico se aproximaba a los treinta años y ella tenía diecisiete.
Sin embargo, siempre hay
un pero en toda historia romántica que se precie, aunque la relación existió, no
fue más que un amor truncado pues, la posición social de ella era demasiado
elevada y él no podía pensar ni por asomo en ser aceptado por la familia.
De hecho se rompería
tras la publicación de la sonata dedicada, casándose la joven al poco tiempo
con un hombre de su clase social. O sea que. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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