viernes, 30 de agosto de 2019

Agosto [CR-51]

Hace un año y un mes aproximadamente -al escribirles de julio, primera de estas ‘Ciencias a la roteña’ dedicada a los meses, y cuarta de la serie de la que es ya la quincuagésima primera-, les decía que son los dos únicos meses de nuestro actual calendario gregoriano, con nombres derivados del de una persona.
El que nos trae lleva nada menos que el del primero de los emperadores romanos, César Octavio Augusto, que se lo puso en su honor porque, al parecer, algunos de los más afortunados acontecimientos de su vida ocurrieron en este mes. Lo hizo en el 24 a. C. imitando al fallecido Julio César quien, veintiún años antes había hecho lo propio con el quinto mes, ‘quintilis’, que con él pasó a llamarse ‘lulius’, julio, en homenaje a la familia Iulia a la que pertenecía, a la vez que ocupaba el séptimo lugar en el calendario juliano.
Pues exactamente igual hizo Augusto con el mes siguiente, llamado ‘sextilis’ por ocupar el sexto lugar en el calendario romano primitivo, y que desde entonces se llamó ‘augustus’, nuestro octavo agosto. Sin embargo, parece ser que no quedó contento del todo, al considerar que no estaba en igualdad de reconocimientos con su predecesor. Y es que ‘iulius’ tenía 31 días y ‘augustus’ solo 29, lo que en su opinión era inadmisible.
De acuerdo que Julio era mucho César, de acuerdo, pero él no le andaba a la zaga pues había vencido a Cleopatra y Marco Antonio, y entrado triunfador en Roma. Así que, ni corto ni perezoso, movió días, alteró meses, y consiguió que el suyo tuviera también treintaiuno. Misma gloria imperial, misma duración mensual debió pensar, y así seguimos dos mil años después, con los mismos días cada uno.
Pero claro Julio, el emperador, siempre irá por delante ya que él fue quien mandó crear el calendario juliano, a fin de sustituir al primitivo calendario romano, lunisolar como el griego y por tanto muy inexacto, lo que obligaba a añadir cada cierto tiempo algún que otro día para ajustarlo.
Y eso lo hacían los gobernantes, ya se lo pueden imaginar, según les daba: por mero capricho personal, por espurios intereses privados o por conveniencia pública para alargar o acortar los periodos electorales.
Se ve que el hombre apenas ha cambiado en su condición, y que los políticos han sido siempre iguales, independiente de la época en la que hayan vivido. El caso es que, como consecuencia de estas irregularidades, el calendario llegó a desajustarse tanto que, cuando él señalaba el comienzo del invierno, la primavera ya florecía en los campos.
Un desastre, ya se pueden imaginar. Lo dejo aquí, que estamos a finales de julio y, como dice la supuesta y holmesiana cita: ‘Elemental, mi querido Watson’.
 [*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 26 de julio de 2019, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer.



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