(Continuación) En la historia de la ciencia, la alquimia viene a ser la mezcla entre, una antigua práctica
proto-científica y una especie de disciplina filosófica, que fue practicada en
sus inicios en Mesopotamia, Antiguo Egipto, Persia, India, China, Antigua
Grecia, Imperio romano e Imperio islámico, para después florecer en Europa
hasta el siglo XVIII.
Lo que hizo, gracias a una compleja red de escuelas y sistemas
filosóficos donde se combinaban elementos de astrología, química, semiótica,
metalurgia, misticismo, física, espiritualismo, medicina y arte. Es decir, que
hablamos de un cuerpo de conocimientos de al menos dos mil quinientos (2500)
años existencia, un tiempo más que suficiente como para proponerse, a lo largo
del mismo, varios objetivos.
Desde la búsqueda de la piedra
filosofal, con la que supuestamente era posible conseguir tanto la vida eterna, como la transmutación de cualquier metal en oro, Au (s), o el más que loable deseo de aplicar sus conocimientos
para el tratamiento de enfermedades.
Hasta la repudiable intención de preparar drogas con efectos tóxicos para humanos, o la deleznable costumbre
de fabricar falsas pócimas curativas
para uso de charlatanes y desaprensivos. La creación de pociones, filtros,
elixires y brebajes con intenciones varias fue, desde siempre, una práctica
común de la alquimia. Pasando por algo tan punible como la fabricación de monedas falsas. En fin, que como en la del
Señor, de todo hay en la viña de la alquimia.
De alquimia a química
Fueron unos siglos de falsa
ciencia los de la alquimia, que acabaron con quien está considerado el ‘Padre de la Química Moderna’, me refiero
al guillotinado francés, químico, biólogo y economista Antoine-Laurent de Lavoisier (1743-1794).
Un hecho el del cambio, de alquimia a química, que podemos datar con la
publicación de su Tratado elemental de
química (1789), donde Lavoisier aclara la diferencia química a nivel molar, entre sustancia simple y compuesto
químico, que precedería a la diferencia a nivel molecular de elemento
químico, y de los que conocemos en la actualidad hasta ciento dieciocho (118),
si bien ya se va en busca del 119 y del 120. Es lo que tiene la ciencia que avanza
que es una barbaridad.
De modo que echando números, en este año del Señor de 2019, celebramos
el doscientos treinta (230) aniversario del nacimiento de la
Química Moderna. Un paso que, en
puridad, no se podría haber dado si antes no hubieran existido las aportaciones
de científicos como Priestley, Cavendish y Dalton en Inglaterra, o de Scheele
en Suecia y de otros más por supuesto.
Pero es con él cuando la alquimia pierde el prefijo “al” y, al quedarse
solo “quimia”, desaparece la pseudociencia
y surge la ciencia. Pero por
desgracia, alrededor de las 5 de la tarde del jueves 8 de mayo de 1794,
Antoine-Laurent Lavoisier fue ejecutado por decapitación durante la Revolución
Francesa. Doscientos veinticinco (225) años ya desde entonces.
Una pérdida casi sin parangón para la ciencia que hizo sentenciar a su
amigo y matemático J-L. Lagrange: “Un segundo bastó para separar su cabeza del cuerpo, pasarán siglos
para que una cabeza como aquella vuelva a ser llevada sobre los hombros de un
hombre de ciencias”. (Continuará)
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