(Continuación)
Alguien que suele leerme por encima del hombro mientras tecleo, me recuerda lo
inexacto de mi afirmación acerca de la inutilidad biomédica del ombligo.
Del
que ya sabemos que nos indica el lugar donde estaba el cordón umbilical, un tubo que iba del vientre del feto a la
placenta materna, dando paso a arterias y venas umbilicales que permitían la
nutrición y oxigenación de la sangre del feto.
Una
función vital durante el periodo de gestación que sin embargo desaparece cuando nacemos y es
cortado, quedándonos como recuerdo el ombligo,
ya sin conexión a ningún órgano interno y sin función alguna conocida.
No
obstante el homo sapiens es un animal
muy, muy, listo. Ya, según para que cosas me dirán, pero el caso es que en esto
ha sabido encontrarle una aplicación médica. Me refiero a la técnica de exploración
conocida como laparoscopia, seguro
que les suena.
Se
trata de un procedimiento médico que permite la observación de la cavidad
pélvica abdominal, gracias a la introducción de una lente óptica a través de
una pequeña incisión que se realiza ad
hoc, por ejemplo, en el ombligo. Un tema que, comprenderán, deje aquí.
Lo
que no queda aquí es la aplicación que el hombre le ha encontrado a esta región
umbilical pues, por lo investigado hasta ahora, sabemos que se trata de todo un
nido de bacterias, hongos y levaduras, vamos que existe todo un bioma ombliguil.
Bioma
del ombligo. Investigaciones
Más
de una investigación realizada en estos últimos años demuestra que nuestra
cicatriz abdominal es, por así decirlo, todo un nido de microbios tan frecuentado, que aún hoy es imposible saber
con certeza cuántos organismos y de cuántos tipos habitan en su interior.
Y
es que en nuestro ombligo habitan todo tipo de bacterias y microorganismos como
los estafilococos presentes en toda nuestra
piel; el Bacillus, responsable de
combatir contra virus y hongos, o los Micrococcus responsables de nuestro olor corporal. Los
investigadores intentan averiguar qué tipos de bacterias y microorganismos son
los más comunes.
De
hecho existe un proyecto, el Belly Button
Diversity Project (BBDP), llevado a cabo por un equipo de investigación de
la Universidad Estatal de Carolina del Norte que anda en ello.
Y desde
2010 han identificado en un frotis realizado en una muestra de sesenta (60) ombligos, nada menos que un total
de dos mil trescientos sesenta y ocho (2
368) especies diferentes de bacterias, de las que más de mil cuatrocientas (1400) eran desconocidas y sólo (8) ocho de estos microbios estaban presentes en más del setenta por ciento (70%) de las personas que, de promedio,
tenían entre sesenta y setenta (60-70)
especies. Unos números impresionantes.
Más
o menos en la misma línea discurren los resultados obtenidos por el equipo
dirigido por Robert Dunn de la misma
universidad. (Continuará)
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