(Continuación) Algo comprensible pues, si bien delante de los pacientes o
del resto de enfermeras nunca cuestionaba una orden médica, en las juntas de
hospitales en las que tenía responsabilidades, no se cortaba en montar
acaloradas discusiones sobre lo que consideraba oportuno y pertinente.
Pero como todo en esta vida, la guerra llegó a su fin y Florence Nightingale regresó a Londres
donde fue recibida con todos los honores, como la heroína nacional en la que se
había convertido. Un pensamiento
compartido por todos, menos por ella.
Reforma sanitaria, reconocimientos y
publicaciones
Todos menos ella que no lo ve así, por lo que llega a decir
“Sólo he cumplido con mi deber como ser
humano”, para a continuación expresar la idea que tiene en mente y lleva
tiempo dándole vueltas: quiere mejorar la calidad profesional de la enfermería
en los hospitales militares.
Y para justificar su intención utiliza las estadísticas que lleva años
realizando. Con ellas llega a demostrar que aun en tiempos de paz, los soldados
de entre veinte y treinta y cinco (20-35) años, tenían una tasa de mortalidad
doble que la de los civiles.
En 1857, se cumplen pues ciento sesenta (160) años, Nightingale pone en marcha una reforma sanitaria militar que
incluye formación universitaria médica y un papel relevante para la mujer en la
misma. Una reforma que está sustentada en una idea revolucionaria: la de que los
fenómenos sociales pueden ser
medidos y expuestos al análisis matemático,
como casi cualquier otro
Y el trabajo con estadística médica que presenta es tan impresionante que
tan solo un año después, en 1858, sale elegida miembro de la Royal Statistical Society (RSS), una institución que desde su
fundación en 1834 admitía a mujeres. Florence
fue la primera mujer que accedió a ella, y años más tarde dicho reconocimiento
continuaría al ser elegida miembro honorario de la American Statistical Association (ASA).
Ya de la que va, ella fue también la primera mujer en recibir la Orden del Mérito del Reino Unido en 1907
algo nada fácil pues, para que otra mujer la volviera a recibir tuvieron que
transcurrir casi sesenta años. No fue hasta 1965 cuando se lo otorgaron a la
química inglesa Dorothy Crowford Hodgkin
(1910-1994), que un año antes había recibido el Premio Nobel de Química en 1964.
Pero para nuestra enfermera, las postrimerías de los años
cincuenta del siglo XIX son sólo el comienzo de una larga lucha por una buena
administración sanitaria y el derecho de las mujeres a participar en ella. Una
lucha en la que utiliza sus propias publicaciones.
Entre los muchos libros que escribió para divulgar su reforma, destacan
dos: Notas de Hospital (1859) y Notas sobre Enfermería (1860) que tuvo
numerosas ediciones. Se trata del primer libro para uso específico en la
enseñanza de la enfermería y fue traducido a varios idiomas. Como ella misma nos dejó dicho, "educar no es enseñar al hombre a saber, sino a hacer".
Muchos de estos
libros marcaron la pauta en el desarrollo de la enfermería moderna.
(Continuará)
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