viernes, 5 de agosto de 2016

Bebés prematuros, incubadoras y vitamina D

Por motivos que no hacen al caso, hace unos días surgió como tema en la conversación que manteníamos un grupo de amigos y familiares.

Y alguien lanzó la pregunta: ¿A partir de qué edad sobreviven los bebés prematuros?

¿A partir de qué edad sobreviven los bebés prematuros?
No. No daba puntada sin hilo quien la hizo, pues sabía que uno de los presentes era médico de profesión. Y acertó de pleno pues lo cierto que el facultativo nos pudo aclarar algo, vamos, bastante la cuestión.

Nos dijo que si lo habitual es que el parto humano llegue entre las semanas treinta y siete (37) y cuarenta y dos (42) del embarazo, el límite de vida estaría entre las veintidós (22) y las veinticinco (25) semanas.

Según los últimos estudios publicados por la Sociedad Española de Neonatología, la supervivencia sin enfermedad grave, en menores de veintitrés (23) semanas de gestación es aún, por desgracia, excepcional.

Desde el punto de vista estadístico, las probabilidades son de tan solo un doce coma cinco por ciento (12,5 %).

Un porcentaje de supervivencia que en los nacidos entre las semanas veintitrés (23) y veinticuatro (24) sigue siendo por desgracia baja, muy baja.

No obstante a partir de la veinticuatro (24), las probabilidades aumentan de forma considerable hasta el treinta y seis coma nueve por ciento (36,9 %). Y a las veintiséis (26) semanas son ya del setenta y uno coma nueve por ciento (71,9 %).

Las posibilidades de supervivencia son ya más que razonables y, en ausencia de malformaciones mayores, se les puede ofrecer reanimación activa y cuidados intensivos.

Factores para la supervivencia
Aunque la edad es un factor muy importante en la supervivencia de los bebés prematuros, no es el único.

Es más que probable que el más determinante sean las incubadoras neonatales, que aíslan al bebé en un entorno favorable, monitorizando su estado y aportando sustancias vitales como el oxígeno, O2 (g).

Las incubadoras también sirven para fomentar la síntesis de vitamina D mediante la aplicación de lámparas de luz ultravioleta (UV).

De la primera, la vitamina D, todos sabemos de su importancia como nutriente.

También conocida como vitamina antirraquítica, ya que su deficiencia provoca raquitismo, es una provitamina que pertenece al grupo de los esteroides y que se puede obtener de dos maneras.

Mediante la ingesta de alimentos que la contengan, ya saben: leche, huevo, etcétera. O por la transformación del colesterol o del ergosterol, motivada por la exposición a los rayos solares.

Y más en concreto a los rayos ultravioletas-B (UVB), que son aquellos cuya longitud de onda (λ) está comprendida entre los doscientos noventa y los trescientos quince nanómetros (290-315 nm).

Ellos son los encargados de estimular la producción de vitamina D en la epidermis de la piel. De modo que una exposición normal a la luz solar, puede proveer a la mayoría de las personas de su provisión de esta vitamina.

De ahí que todas las incubadoras neonatales lleven instalada una lámpara de rayos ultravioletas (UV), cuyo uso moderado tiene efectos beneficiosos para el organismo.

Entre ellos el citado de activar la vitamina D endógena del organismo, que evita la aparición de raquitismo en los neonatos.

Y también el de inactivar la ictericia neonatal, ya sea ésta patológica o natural. Terapia de luz.




1 comentario :

MisaquitoM dijo...

Hola,

¿Existe evidencia científica q avale el uso de la incubadora frente al piel con piel?

Gracias