lunes, 22 de agosto de 2016

Skate: deporte, capilla y grafiti (y 5)

(Continuación) Uno de libre uso, abierto para quien quiera, con la única exigencia de reservar día y hora por las redes sociales. Y allí se les puede ver desde este diciembre pasado, deslizándose por sus rampas.

Me refiero, claro, a los practicantes de este deporte. De quienes no recuerdo si les he dicho, si no es así lo hago ahora, se les llama skaters.

Se desplazan a enorme velocidad, cruzándose entre sí, pero sin llegar nunca a chocar. Lo evitan de forma increíble en el último segundo, aunque eso sí a veces se caen.

Toda aventura tiene su riesgo y reporta su dosis de dolor.

Una curiosa transformación, la de lugar religioso en espacio deportivo, que no tiene por qué ser algo extraño, pues los edificios se transforman con el paso del tiempo.

Lo hacen en función de las necesidades y los deseos humanos, y a medida que las personas los dotan de nuevos significados, los reutilizan, los agrandan, los derriban o los decoran. Como es el caso.

¿Es quizás el skate, entendido de alguna manera una forma de vida que tiene que ver con la religión?

Al iniciar esta saga “skatera” la titulé ‘Skate: deporte, capilla y grafiti’ y me apresuré a decirles que le añadiría algunos términos más. Ya entró ciencia, asociada al deporte. Ahora acabo de apuntar que quizás pueda ser una religión.

Pues como sabido es que no hay dos sin tres, ahí va la tercera, arte. Ésta relacionada con la decoración del edificio. Sí, skate es un grafiti.

Skate, un grafiti
El cambio en la vida útil del edificio del que les hablaba antes, se ha visto culminado por un trabajo artístico realizado en él, y que ha llevado a cabo el artista urbano Okuda San Miguel, el conocido grafitero cántabro.

Según cuenta ha necesitado siete (7) días en decorar el interior del edifico con un estilo colorista y basado en líneas (lo que no está nada mal, si pensamos que Dios necesitó seis (6) días para crear el universo y, además, el séptimo tuvo que descansar).

Por su parte Okuda también ha necesitado del crowdfunding, un sistema de financiación colaborativa del que no me consta el gran hacedor tuviera que hacer uso para llevar a cabo su obra. Pero claro no vamos a ser todos iguales.

Volviendo a la obra y mirando las imágenes, es evidente que el resultado es más que impactante. Dicen de él que es como una especie de torrente de reflejos y colores que impacta ante nuestra mirada.

Sin duda es un buen aprovechamiento pictórico del espacio y la forma de todo el interior del edificio, pues me consta que están grafiteadas paredes, vidrieras, ábside, bóveda y campanario.

Una prueba más de lo que comparten en este caso estas dos actividades humanas, arte y deporte, y sus practicantes.

Grafitero y patinadores tienen en común la obligación de aprovechar el espacio que encuentren y las leyes les permitan usar.

Y acabo. Hemos pasado del soporte clásico de la ideología religiosa, a la prosaica práctica deportiva, para terminar con la intervención artística.

Todo ello sin olvidarnos del neorromanticismo del edificio, el cientifismo deportivo, la metáfora artística del crowdfunding y, naturalmente, la marca artística de Okuda. Demasiado quizás, Lo que puede ser.

En cualquier caso buena prueba de que los polos opuestos se atraen. Ya pero, ¿son realmente polos opuestos?

De la capilla de Santa Bárbara al Templo del Caos. Casi un siglo entre uno y otro.

Por cierto, ¿por qué se llama Templo del Caos?




1 comentario :

Anónimo dijo...

Okuda pintó la estación de Metro de madrid Paco de Lucía