(Continuación) La carga paradójica de la expresión viene de que, al mismo tiempo, tan solo un año después y casi a modo de venganza divina, se descubrió que otros pájaros como los carboneros y los herrerillos habían aprendido a abrir los tapones de las botellas de leche.
Las mismas que los lecheros dejaban cada mañana en las
puertas de las casas y que estos pájaros aprendieron a abrir para beberse la
capa de nata de su superficie. Un avispado comportamiento animal observado
por primera vez en un área residencial de Southampton (Inglaterra) en 1921, y
que no quedó ahí.
Las aves
no tienen “cabeza de chorlito”
Resulta que, posteriores estudios comprobaron apenas tres
décadas después, hacia 1949, las botellas de leche de todo Reino Unido estaban
bajo asedio pajaril, como lo lee. Al principio, las aves más hábiles (¿inteligentes?)
habían sido capaces de innovar su conducta alimenticia y, después, el resto de ellas
habían aprendido por imitación tan productivo truco.
Es lo que tiene la evolución, que se desarrolla por cualquier vía y termina dotando a ciertos animales, en este caso los pájaros, de unas capacidades muy similares a las nuestras.
Sin duda existe más de un modo de “cablear” un cerebro
inteligente, que hace posible incluso que algunos animales, irracionales, sepan
cosas que nosotros, racionales, ignoramos. Y volviendo a nuestro chorlito de
marra, lo cierto es que lo del dicho no pasa de ser una creencia sin fundamento.
No en vano estamos ante una de las aves migratorias más
veloces y potentes que existen. Hay especímenes pueden viajar más de tres mil kilómetros
(3000 km) y hacerlo en tan solo treinta y cinco horas (35 h) lo que, tirando de
cinemática escolar, equivale a una velocidad media de unos ochenta y seis
kilómetros por hora (85,71 km/h).
Y el
chorlito tampoco
Además estas aves tienen una gran resistencia, sabemos de al menos un ejemplar de chorlito de tipo dorado, que ha realizado la migración de Alaska a las islas de Hawai sin escalas. Hablamos de un trayecto de unos tres mil doscientos kilómetros (3200 km) y que ha realizado, que tengamos constancia, en unas veinte (20) ocasiones a lo largo de su vida. No, tampoco.
Por decirlo en román paladino, las aves no tienen “cabeza
de chorlito”, en alusión directa y peyorativa al dicho.
¡Ah!, respecto a lo de la supuesta falta de sentido común
de los nidos del chorlito en el suelo, tan solo apuntar que cuando han
perdurado hasta ahora por algo será. Recuerde el mecanismo de selección
natural anexo al proceso evolutivo, según el cual no sobrevive el
espécimen más fuerte, sino el que mejor se adapta al entorno”.
Es lo que nos dice la teoría de la evolución biológica del naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) ¡Es la ciencia, lector!
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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