[Esta entrada apareció publicada el 18 de junio de 2021, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Es una evidencia y perdone por ello, pero, ¿se ha preguntado cómo fue posible que, ya el 11 de enero de 2020, tan solo once días después de que la OMS recibiera la alerta de un nuevo tipo de neumonía detectada en Wuhan, este mismo organismo publicara en Twitter que le habían llegado de China las secuencias genéticas del nuevo coronavirus?
Una información sobre el genoma del nuevo
leviatán que es aún el coronavirus
SARS-CoV-2, que posibilitó la rápida
respuesta científica de las vacunas
anti COVID-19, recuerde unos de los hitos científicos de 2020. La contestación, otra evidencia vaya por Dios, está en
la genómica.
Un novedoso campo de la biología molecular encargado de estudiar la estructura, función, evolución y mapeo del genoma, entendido éste como un conjunto completo de ADN dentro de una célula de cualquier organismo. Y más en concreto del genoma humano, presentado en 2001 como caso singular.
Así que, desde entonces, nos
contemplan dos años de pandemia y veinte de genómica. Una disciplina científica
con tanta trascendencia científica y técnica como para haber posibilitado que,
investigadores de todo el mundo, estudien la evolución del virus, métodos de
detección, desarrollo de vacunas, etcétera.
Y eso que, a comienzos de
siglo, el avance teórico más significativo fue una cuestión en apariencia
nimia: determinar el número de genes humanos.
Como se sabía ya el de otro organismo mucho más humilde, la mosca de la fruta o ‘Drosophila melanogaster’, que tenía unos 15 000 genes, se pensó que nosotros los humanos tendríamos muchos más, qué le digo 100 000 o 200 000 como pocos, al fin y al cabo, no hay comparación entre los dos animales: uno, el molesto insecto y otro, el autodenominado ‘homo sapiens, sapiens’.
Bueno pues, hete aquí, solo
tenemos unos 22 000 -sí ha leído bien y no he cometido ningún error
tipográfico- de los que la mayoría, para más ‘inri’, tienen un homólogo en la
mosca. O sea. Pero no queda ahí la
afrenta genómica animal, ha de saber que la lista de genes de ratón y persona
es prácticamente la misma. O sea que.
Comprenderá, no pretendo herir
sensibilidades, que no siga por
estos derroteros, pero sí que le aclare dónde radica el hecho diferencial: lo
mollar que nos distingue del
ratón no es el número de genes sino su regulación, o lo que es lo mismo, dónde
y cuándo se activan a lo largo del desarrollo. O sea.
Y fueron los conceptos matemáticos y las técnicas que desarrollaron aquellos pioneros, las que posibilitaron tan rápida respuesta a la COVID-19 ¡Es la genómica, lector! Le dejo con mi poeta de cabecera: ‘Vosotras, las familiares, / inevitables golosas, /vosotras, moscas vulgares, / me evocáis todas las cosas’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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