martes, 14 de julio de 2020

Una (brevísima) historia científica de las mareas (1)

(Continuación) Piteas fue el primero en observar fenómenos como el sol de medianoche y la aurora boreal, y en vincular las fases de la Luna con la periodicidad y amplitud de las mareas, percatándose además que no era el único cuerpo celeste implicado, en su opinión también el Sol lo estaba.
A esta conclusión llegó cuando, en el 330 a. C., se dio cuenta que en el océano Atlántico, al contrario de lo que ocurría en el tranquilo mar Mediterráneo, las mareas eran mucho más acusadas durante las fases de luna llena y luna nueva. Una observación que le hizo reflexionar sobre la importante influencia del satélite en el comportamiento de nuestras aguas y que no quedó ahí. El más que curioso e intrépido Piteas también notó una particularidad de las mareas: durante las estaciones primavera y otoño, este fenómeno natural se producía con más intensidad.
Una evidencia a su entender de que también el Sol, junto a la Luna, estaba relacionado con este movimiento de ascenso y descenso de las aguas, del que por cierto Piteas constató que no se repiten cada 24 horas sino cada 25 horas aproximadamente. Recuerde el retraso en las mareas.
Mareas en la antigüedad griega. Posidonio
Unos tres siglos después otro griego inquieto, el estoico Posidonio (135-51 a. C.), considerado el mayor polímata de su tiempo, también creía, como Piteas, que las mareas estaban causadas por la Luna, si bien la explicación que daba para el fenómeno no era correcta. Él creía que nuestro único satélite estaba compuesto por una mezcla de aire y fuego, de modo que las mareas altas se debían a la enorme cantidad de calor que emanaba de él, suficiente como para expandir y hacer subir el agua, pero no como para llegar a evaporarla. No estuvo nada mal el intento.
Posidonio se dedicó a observar las mareas del Atlántico en las costas de España y observó que las diarias estaban conectadas con la órbita terrestre y las mensuales con los ciclos lunares, llegando incluso a elaborar una hipótesis que relacionaba ciclos anuales, equinoccios y solsticios.
En Gades (Cádiz) también estudió el agua de pozos y manantiales, descubriendo algo realmente llamativo y desconcertante: cuando la marea oceánica subía, el agua de los pozos y manantiales descendía y viceversa, lo que resulta contrario a toda lógica. Lo sabemos no por sus obras, fueron numerosas pero solo han sobrevivido fragmentos, sino por lo que recoge el historiador griego Estrabón (63a. C.-25 d. C.) en su obra Geografía:
   “Hay un manantial en [el templo de] Heraclio en Gades [Cádiz], en el que bastan unos pocos escalones para llegar hasta el agua (que es potable), y el manantial se comporta de forma inversa al flujo y reflujo del mar, ya que desciende en el momento de la pleamar y asciende durante la bajamar”
¿Cuál podía ser la causa de tan extraño comportamiento, casi antinatura? Desde luego que en aquella época era imposible de toda imposibilidad conocerla, tanto que de hecho esto no fue posible hasta veinte siglos después. (Continuará)
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