Una fecha de inicio que no es siempre la misma pues a lo largo de este siglo caerá entre los días 21 y 24 de septiembre ambos inclusives, estando el más tempranero en sus postrimerías (2096), ya veremos quienes están aquí para ratificarlo, y la más tardía ya ocurrió pues fue en el 2003. Variaciones de un año a otro que se deben a la necesidad metrológica de encajar la secuencia de años según el calendario, algunos son bisiestos, con la duración de cada órbita de la Tierra alrededor del Sol, es decir el año trópico. Son exigencias matemáticas de la cinemática celeste.
Una estación que
durará 89 días y 20 horas, terminando el domingo 22 de diciembre con el
comienzo de la siguiente, a saber, el invierno. Ya saben lo que nos dice el
rapsoda, el otoño dura lo que tarda en llegar el invierno, y como muchos de los
asuntos humanos estos inicios son frutos de un acuerdo. Por convenio se han
hecho coincidir con aquellos instantes en los que el planeta ocupa determinadas
posiciones en su órbita alrededor del Sol. En este caso con aquella en la que
el centro del astro, visto desde la Tierra, cruza el ecuador celeste en su
movimiento aparente hacia el sur.
Entonces, la duración del día y la noche prácticamente coinciden, de ahí que se le conozca como equinoccio (del latín aequinoctium, ‘noche igual’). Naturalmente, esto que les digo es para el hemisferio norte porque, justo en ese mismo instante, pero en el sur, lo que se inicia es la estación primaveral. Una cuestión de perspectiva.
Entonces, la duración del día y la noche prácticamente coinciden, de ahí que se le conozca como equinoccio (del latín aequinoctium, ‘noche igual’). Naturalmente, esto que les digo es para el hemisferio norte porque, justo en ese mismo instante, pero en el sur, lo que se inicia es la estación primaveral. Una cuestión de perspectiva.
Y para que no la
pierdan, les recuerdo que el término equinoccio se corresponde con un hecho
singular, con una coincidencia espacial que dura sólo un momento. Así que no es
una fecha, ni dura un día entero, aunque llamemos así al día en el que ocurre
ese fenómeno fugaz. Sí, el cambio astronómico de estación se produce
instantáneamente. Por el contrario, el cambio meteorológico, no ocurre
de forma tan repentina. A causa del doble y continuo movimiento de rotación y
traslación del planeta, se produce de forma gradual y constante con el
transcurrir de días, semanas y meses. Les dejo con una unamuniana, ‘La verdadera ciencia enseña, sobre todo, a dudar
y a ser ignorantes’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 20
de septiembre de 2019, en la contraportada del semanario Viva
Rota, donde también la pueden leer.
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