jueves, 22 de noviembre de 2018

Primer vuelo libre en globo aerostático (y 2)

(Continuación) Naturalmente, esta primera experiencia de vuelo en globo tripulado por humanos, no solo suscitó grandes entusiasmos entre sus contemporáneos, también despertó, sobre todo entre los intelectuales, una gran perplejidad.
Nunca digas, nunca jamás
Entre ellos el escritor, político e innovador arquitecto británico Horace Walpole, IV conde de Oxford (1717-1797), quien pronosticó que el susodicho invento nunca se convertiría en un medio de transporte ni se utilizaría como un arma. Es decir que no serviría ni en la paz ni en la guerra.
En sus propias palabras: “Este artilugio mecánico se convertirá en un pasatiempo para personas ociosas, pero nunca se utilizará como una nueva arma de destrucción de la raza humana”. Como sabemos, a la larga, en su vaticinio sobre el porvenir de la mongolfiera, nuestro hombre acertó.

Aunque a la corta, la verdad es que no pasó mucho tiempo antes de que el hombre empezara a viajar volando, y a utilizer el glboo con fines militares. 
Con relación a esta última aplicación, ya en 1794 se produjo el primer uso militar en el ejército francés. Lo hizo el globo de reconocimiento Entreprenant destinado a observar los movimientos de las fuerzas austríacas durante la batalla de Fleurus, en las guerras revolucionarias francesas. Y medio siglo después, en 1849, se utilizaban por vez primera los globos aerostáticos en el bombardeo de Venecia por parte de Austria.
El globo de observación, empleado como plataforma aérea para reunir información y dirección de artillería, alcanzó su cénit durante la Primera Guerra Mundial, a partir de la cual empezó a decaer hasta el día de hoy en el que está muy limitado.

Seredípico Walpole
De Walpole, ya que va de vínculos, dejaré constancia en este blanco sobre negro de uno de lo más curioso que, además, ya ha sido en buena medida enrocado. Resulta que entre la sustanciosa correspondencia que el escritor legó a la posteridad destaca una carta fechada en febrero de 1754.
Se la mandó a su tocayo, el político, filósofo y educador estadounidense Horace Mann (1796-1859) y en ella acuño y empleó por primera vez el término serendipity, traducido al castellano por serendipia, algo así como ‘hallazgo afortunado’.
Según contó, provenía de una fábula siria que había leído una vez, The Three Princes of Serendip, ‘Los tres príncipes de Serendip”, en el que los protagonistas tenían una rara habilidad: “siempre descubrían, por accidente o casualidad cosas que no andaban buscando”.
Y fue tanto lo que impresionó a Walpole este supuesto don de los príncipes, que decidió apropiarse de la idea y acuñar esa nueva palabra, con la quería referirse a aquellos descubrimientos que se producen por azar, sin pretenderlo ni buscarlo.
Tras esta aparición epistolar, la palabra serendipity pasó pronto al olvido, sin más pena ni gloria, y allí estuvo hasta que volvió a ser empleada doscientos años después. En concreto en 1955, año de fallecimiento del físico Albert Einstein, cuando la revista Scientific American (cuya versión en español es Investigación y Ciencia), la utilizó para aludir al descubrimiento científico casual.
Pero yendo a lo que nos ha traido aquí y para ir acabando, el vuelo del 21 de noviembre de 1783 fue el primero de todos los vuelos tripulados por un ser humano, y esa fecha es uno de esos días que cuentan para la Humanidad. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.



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