(Continuación) En dicho manual
se citaban los tres valores que definían el perfil y los objetivos que debían
cumplir las mujeres de la época, y que estaban sintetizados en las tres ‘K’: Kirche, Kinder, Küche o lo
que es lo mismo iglesia, niños y cocina.
Y que fue exactamente lo que
le recordó el decano Hoffman, en su
humillante charla con la joven Elisa,
respecto a lo que era importante para una mujer y a lo que debía dedicar su
vida. Algo así como que las mujeres, por su naturaleza, tenían una vocación diferente
a los hombres. Ya me entienden.
Ni que decir tiene que ella no
hizo el menor caso a este comportamiento que hoy catalogaríamos, sin dudar, de
machista. Sin embargo, en descargo del decano y porque no es justo juzgar
hechos pasados con la mentalidad y los concimientos del presente, habría que
resaltar que la situación académica a la que se enfrentaba, por novedosa, lo
debía tener bastante desbordado.
Pónganse en su lugar. Una jovencita
de 21 años, que quería estudiar ingeniería a principios de siglo, y además en la
Politécnica que él dirigía ¡Pero bueno, hay mayor fatalidad!, debió pensar el
buen hombre.
No obstante se matriculó y en
su consecución influyeron, de un lado: sus buenas notas preuniversitarias, el
hecho de que hablaba y escribía alemán a la perfección y, sus más que notables
conocimientos de matemáticas, física y química. Y del otro, que su hermano Dimitrie ya fuera estudiante
del centro y además de los más destacados del centro. Todo suma.
“La cocina es el lugar de las
mujeres, no la Politécnica”
Sin embargo solo había ganado una batalla, la primera de muchas, y quedaban
otras dificultades sexistas que salvar por el mero hecho de ser mujer. Y es que
su paso por las aulas no estuvo exento de polémica en todos los estamentos
universitarios.
Desde el mismo decano que la admitió, hasta sus propios compañeros con los
que compartía el aula, pasando por no pocos profesores que le impartían las
asignaturas. Casi todos muy a menudo la ignoraban, cuando no se mostraban de
forma explícita contrarios a su presencia en clases y laboratorios.
Se cuenta que en cierta ocasión alguien, no está
claro si fue un estudiante o un profesor, le espetó: “La cocina es el lugar de las mujeres, no la Politécnica”. En fin
eran otros tiempos. Pero como suele ocurrir a veces, la excelencia intelectual se
abrió camino a través de la multitud, y poco a poco el inicial prejuicio y la omnipresente
hostilidad se fue tranformando en admiración general. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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