viernes, 24 de febrero de 2017

Trappist y los siete exoplanetas (1)

Sigo con el doodle de ayer, bueno, bien dicho, con su razón de ser.
No sé por qué, probablemente sea la coincidencia numérica, nada más escribir el título de la entrada se me ha venido a la cabeza otro. Blancanieves y los siete enanitos, el primer largometraje de animación producido por Walt Disney y estrenado a finales de 1937.
Por lo que mire usted por donde estamos de aniversario, y resulta que echando las cuentas me sale que es el octogésimo (80º) o, para algún ministro que otro, el ochentavo. Total que más da.
El caso es que, ahora que lo pienso, no sé si es el enrocado astronómico el que me ha traído la imagen del cinematográfico, o es éste -en particular su expresión los siete enanitos, coprotagonistas de la película junto a Blancanieves- el que me ha inducido al enrocado.
Sea el caso que fuere (está visto que esta mi natural tendencia a la dispersión, con la edad se está agravando), sigamos con el asunto que me ha traído. Nada menos que el extraordinario descubrimiento astronómico de un sistema solar repleto de ‘tierras’.
Y para no perderme empiezo por donde se debe, por el principio. Que principio quieren las cosas.
Principio quieren las cosas
En realidad esta historia arranca unos nueve meses atrás, el pasado mes de mayo, cuando el equipo de investigación liderado por Michaël Gillon de la Universidad de Lieja, Bélgica, anuncia que habían descubierto dos exoplanetas.
Dos que al final fueron tres, orbitando a una estrella que -por su distancia a nosotros, unos cuarenta años-luz (40 al), y pequeño tamaño, un once por ciento (11 %) el del Sol-, hasta ese momento había pasado casi desapercibido y era del todo irrelevante.

Conocida como Trappist-1 o también con el nombre de catálogo 2MASS J23062928-0502285, se trata de una estrella enana ultra-fría, localizada en la constelación de Acuario a esa distancia astronómica de treintainueve coma tres años-luz (39,13 al).
Lo dicho, una más entre millones y sin relevancia alguna.
Una circunstancia que para ella cambió cuando a finales de 2015, y al utilizar la técnica de tránsito fotométrico, descubrieron esos tres planetas del tamaño de la Tierra.
De ellos los dos más internos están “anclados por marea” a la estrella, mientras que el más externo parece moverse dentro, o en el límite exterior, de la zona de habitabilidad del sistema. Unos meses después, en mayo de 2016, el equipo publicaba sus hallazgos en la revista Nature.
Y de aquellos polvos...
...estos lodos
Pero he aquí que el pasado miércoles la NASA anunciaba, esta misma semana aparecerá publicado también en la revista Nature, que la estrella Trappist-1 no tiene tres (3) sino siete (7) exoplanetas, todos ellos además, de un tamaño similar al de la Tierra.
Y de los que tres (3) o cuatro (4) están en lo que se conoce como órbitas templadas, ni demasiado frío ni demasiado calor, lo que posibilita la existencia de agua líquida en su superficie y, por ende vida tal como la conocemos. (Continuará)




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