Que no se amilanó les decía en su entrada “doodlera” del jueves. Y es
cierto.
Para empezar, en 1854 y en el pequeño pueblo donde nació nuestra científica
neerlandesa, las niñas tenían prohibido asistir al instituto para realizar los
estudios secundarios. Ya les dije que eran otros tiempos. Pero eso no fue un
obstáculo para ella.
No solo los estudió en casa por su propia cuenta, sino que empezó a
acompañar a su padre en las consultas médicas que realizaba, adquiriendo poco a
poco conocimientos prácticos de medicina.
De este modo en 1870, con dieciséis (16) años, aprobó el examen de ayudante
de farmacia. Algo, créanme, que no estaba al alcance de cualquiera.
De hecho, hasta
ese momento, en su pueblo ninguna mujer había estudiado ese nivel de enseñanza.
Ella fue la primera y, por supuesto, quería más.
De
camino a la Universidad
Así que se apresuró a escribir al ministro de Educación, solicitando
permiso para recibir estudios universitarios, un derecho vetado entonces para
las mujeres, por el solo hecho de serlo. Y su solicitud fue atendida, los
tiempos estaban cambiando.
Unos cambios en los que ella puso todo de su parte, y no fue poco. Vean si
no.
Su primer día de clase en la Facultad de Medicina de la Universidad deGroninga fue el 20 de abril de 1871, siendo la primera holandesa en recibir
clases de medicina, y en 1878, con solo veinticuatro (24) años, se convirtió en
la primera licenciada (médica) de su país y, un año después, en la primera en
obtener un doctorado.
Por supuesto fue una de las primeras europeas en ir a la Universidad. Era
evidente que la Jacobs no entendía
de negativas por su condición sexual. Afortunadamente hay personas en esta
vida, que no se conforman con lo que les toca en suerte. Y no dejan de
demostrarlo.
Por ejemplo, ya durante los años universitarios, Aletta se había manifestado
como una activa activista feminista, interesada en promover los derechos de las
mujeres.
De modo que al terminar sus estudios se fue a pasar una temporada en
Londres, ciudad donde profundiza en sus estudios sobre los métodos
anticonceptivos, a la vez que conoce el movimiento feminista de cerca.
Formación
en Londres
Tan de cerca que en la capital pasa a formar parte de determinados círculos,
que tenían como objetivo prioritario mejorar la situación de la mujer y
equipararla a la de los hombres. Ni que decirles tengo que pronto empieza a
participar en actividades pro derechos de la mujer.
Unas actividades que, entre otras peticiones, reclamaban el derecho al
sufragio universal y el control femenino de la natalidad, a través de la
prevención de embarazos no deseados, mediante el uso de anticonceptivos para la
mujer.
Es en Londres donde su preocupación por los métodos anticonceptivos le
lleva a inventar y a desarrollar mejoras de algunos instrumentos médicos de la
época, como el diafragma.
Un
dispositivo anticonceptivo de los denominados “de barrera”, pues impiden que
los espermatozoides alcancen y fecunden al óvulo. (Continuará)
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