(Continuación) O bien provocamos una fractura e, ipso facto, rechazamos el valor de la obra por el “devalor” de los actos, al considerar que una va unida inexorablemente a los otros, razón por la que debe sufrir las consecuencias: obra y autor deben ser dejados de lado. Otra postura.
Un posicionamiento extremo que se plantea al manejar
conjuntamente los méritos y virtudes como genio con los deméritos y maldades
como hombre, y colocarlos en los platillos de la balanza para ver quién pesa
más, quien inclina el fiel.
Un resultado que, lo más probable, sea diferente para cada uno de nosotros pues al fin y al cabo uno es como es, tiene su vivida escala de valores y maneja su propia balanza y juego de pesas, ¿entonces?
Un tercer camino
Un punto de vista que nos lleva a un tercer camino que
no preví en su momento, y nos hace pensar que quizás debamos aportar algo de
objetividad al asunto pues, ¿se puede trazar una línea entre lo que es o no
relevante en una vida de un hombre, a la hora de valorar y aceptar su obra? Es
más, ¿existe un límite?
Son preguntas en busca de respuestas a las que sumo
las que me han llegado al correo a raíz del comentario, entre otras: ¿Cuándo
debemos dar de lado a una obra y su creador, por sus actos? ¿Podemos separar a
una, de otro y de estotros? ¿Cómo se hace eso?
Otro sí ¿Existe un
punto medio entre valorar la obra en tanto obra y valorarla dependiendo del
examen moral que se hace al autor? ¿Se debe rechazar una obra por un valor
moral? ¿Inquisición o justicia?
Preguntas sin duda de lo más interesante, a la vez que problemáticas son sus respuestas, que aquí le dejo para que las aplique a algunos casos que usted seguro conoce por notorios, y que a un servidor le resultan familiares por edad y condición.
Casuística
Sin ánimo de ser exhaustivo, intención de ser excluyente
ni propósito alguno de agotar el tema se me vienen a la memoria unos cuantos casos
que vienen acompañados, como no debe ser de otra manera de: uno, su ineludible ración
de presunción de inocencia por delante, hasta que las pruebas hablen; y, dos, su
imprescindible ausencia de presentismo o revisionismo superficial.
A modo de anécdota le cuento que no hace mucho
ojeé unos párrafos acerca de “cancelar” al mismo Aristóteles por haber
defendido la esclavitud, toda una ocurrencia sin duda ¿Se imagina a la filosofía
sin sus ideas? (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




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