De manera coloquial y genérica la ya bastante en desuso expresión del titular, “a plaza partida”, hace referencia a aquel tipo de situaciones en el que existe un total consenso por todas las partes acerca de una cuestión o tema en concreto.
De modo que al estar todos los involucrados en la misma
posición, sin disidencia ni conflicto de opiniones, no hay debate lo que lleva
a una resolución unánime o a una acción conjunta sin oposición.
Un uso genérico y en sentido figurado perteneciente podríamos
decir a la gramática, pero que no es al que me quiero referir en estos últimos
días del año, no, mis intereses están vinculados a una manita de prácticas humanas,
entiéndase, artes y ciencias.
Otro contexto
y significado
Resulta que la expresión tiene un origen taurino alusivo a un tipo de corrida de toros en la que el redondel se ha dividido en dos mediante unas tablas, a fin de realizar dos espectáculos simultáneos, de forma que en una mitad podríamos ver el tercio de banderillas y en la otra la suerte de matar, por ponerle un ejemplo.
Un doble disfrute taurómaco que me propongo ampliar con
algo más de arte (en esta ocasión pintura y literatura)
acompañado de unas pinceladas de ciencias (química, física, biología)
ya sabe por dónde voy, humanidades, lo que hacemos los humanos.
Hablamos de una costumbre antañona y obsoleta de
aproximadamente finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, a la que por
contemporaneidad el genial artista fuentedetodino Francisco José de Goya y
Lucientes (1746-1828) le concede parte de su atención e interés artístico.
Adenda
cultureta: Pintura, literatura
Destacar aquí que, para él, la pintura era un vehículo de instrucción moral y no un simple objeto estético, una consideración que se traduce en varias series de cuadros con motivos toreros, en los que da importancia a tareas previas a la corrida y a algunos festejos.
Tareas como las tientas o los apartados de toros, y festejos
como el que nos trae hoy, las corridas a plaza partida de las que tenemos
constancia el pintor inmortalizó en algunas de sus obras. Una costumbre antigua
referida con posterioridad por el escritor y político monovero perteneciente a
la generación del 98, José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)
en su obra Los
recuadros de 1963.
En ella recuerda a este espectáculo como un evento ya poco
común en su época, destacando su rareza y la novedad para los aficionados de la
segunda mitad del siglo XX. Y sin más, le escribo de tres de estas pinturas, todas
ellas decimonónicas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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