Esta entrada apareció publicada el 10 de octubre de 2025, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
(Continuación) No, no se trata de una alucinación colectiva pues la isla de San Borondón no solo la podemos ver, lo que podría ser una subjetividad de nuestra mente, resulta que también la podemos fotografiar, la objetividad instrumental. De forma que no lo dude, si tiene la oportunidad, apunte y dispare la cámara, pues dicha imagen será la prueba de una “realidad” visual que, por otro lado, la ciencia ratifica y explica. Para ella el efecto ‘Fata Morgana’ no es más que un, eso sí, complejo fenómeno óptico, un tipo de espejismo superior que se produce por una fuerte inversión de temperatura en la atmósfera, causante de que objetos distantes como barcos o islas aparezcan flotando, deformados o invertidos, con una apariencia similar a “castillos de cuento de hadas”; la mágica conjura de Morgana.
Por lo general aparece en el horizonte, sobre la superficie del mar o de grandes extensiones de agua, y especialmente por la mañana tras una noche fría, de modo que las capas de aire más cercanas al agua están a temperaturas inferiores a las que están más arriba. Es lo que en física se conoce como una zona de gradiente térmico, un espacio en el que la luz solar, al atravesarlo e interaccionar con él experimenta desviaciones en su trayectoria. Y que el rayo lumínico que en principio es recto se curve al pasar por las diferentes capas de aire a distintas temperaturas y por tanto con diversas densidades que le hacen cambiar de velocidad (módulo y dirección). Un fenómeno óptico conocido como refracción que puede producir imágenes distorsionadas de los objetos en el horizonte, a menudo flotantes o, incluso, invertidos; unos efectos visuales generados al funcionar como una lente refractante con un índice de refracción variable que dobla la luz hacia abajo y hacia arriba en patrones bastante complejos de determinar.
Dado que la delgada capa de aire frío descansa sobre la superficie del agua y sobre ella se encuentran otras gradualmente más cálidas, esta inversión de temperatura convierte a esta zona en una potente lente que curva la trayectoria de la luz pudiendo generar imágenes a veces irreconocibles. Precisar que este tipo de ilusión se hace mucho más evidente en regiones polares, donde la diferencia de temperatura es mucho más extrema, que también es apreciable de forma ocasional en ciudades y zonas montañosas, y que no debemos confundirla con los espejismos inferiores que, por ejemplo, crean la ilusión de lagos en el desierto. Como por arte de magia, pensaban antiguamente que se formaban estas imágenes, pero no es así, su existencia no es más que otra maravillosa muestra de cómo actúan en la naturaleza las leyes de la física, en este caso de la óptica. ‘El que no cree en la magia nunca la encontrará’.
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