martes, 6 de junio de 2023

Centenario de Einstein en España, 1923. De la pizarra de Zaragoza

(Continuación) Es el del encerado maño uno de los flecos einstenienses que han quedado pendientes de hilvanar, si bien no es menos cierto que algo hemos pespunteado en esta enrocada historia de la visita del genio relativista al suelo patrio.

Un pespunte como el relatado por el escritor español Josep M. de Sagarra durante la visita a Barcelona, y el hecho de que no se hubiese conservado el contenido de las pizarras en las que Einstein escribía para apoyar sus explicaciones -textos, dibujos, fórmulas y gráficos-, y que después borraba al llenarse las mismas.

De la pizarra en Zaragoza. Intenciones

Un desgraciado sucedido que se quiso evitar en la capital aragonesa y que hace unas entregas le adelanté contaría, pues bien, aquí tiene lo que sé al respecto que no es que sea mucho. Verá.

Alertados como estaban por el Rector de Barcelona, que por falta de previsión vio como Einstein borraba sus últimas anotaciones, los organizadores maños con el rector Ricardo Royo Villanova al frente le expusieron su deseo de conservar lo escrito en la misma, como un documento único para la posteridad.

El físico -que al parecer había solicitado una pizarra en el Aula Magna del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, decía que se explicaba mucho mejor con sus fórmulas y gráficos-, por supuesto que no tuvo inconveniente alguno en atender dicha petición.

Y aunque las anotaciones de la conferencia del primer día (12 de marzo) que trató sobre su teoría de la relatividad se borraron, las de la segunda (13 de marzo) sobre la estructura del espacio no solo se conservaron, sino que Einstein accedió a poner su autógrafo junto a ellas.

De la pizarra en Zaragoza. Documentación

Una crónica del Heraldo de Aragón se hizo eco del sucedido: “Para que quede algo perenne y constante del paso de Einstein por la Universidad, dijo Royo, he rogado al sabio profesor que no borre y avalore con su firma los dibujos hechos en las pizarras durante la conferencia.

Éstos serán convenientemente fijados y conservados a fin de poder mostrarlos a las generaciones venideras, como reliquias de la fecha de hoy”. Una pizarra móvil que el rector dijo se pondría a buen recaudo guardándose como oro en paño, a modo de tesoro académico para el futuro.

Pero sabido es que el hombre sólo puede proponer, y muchas veces son las circunstancias las que terminan disponiendo, como sucedió en nuestro caso pizarrero. Por lo que sé y hasta el momento en el que escribo estas líneas, por desgracia nada más se ha vuelto a saber de aquella ilustre pizarra y lo escrito con tiza en ella. (Continuará)

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