[Esta entrada apareció publicada el 02 de junio de 2023, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Una mirada atenta a la documentación existente invita a pensar que, a lo largo de la historia, los intelectuales españoles han sido más proclives a las artes que a las ciencias y que, por ende, es un hecho histórico que nuestro país haya aportado poco a las segundas en comparación con lo realizado a las primeras.
Un pensamiento que no
es del todo ni incierto ni cierto. Incierto no lo es porque esa misma mirada,
también nos revela que jamás ha faltado talento en España de primer orden, ni una
ciencia y técnica que, cualitativamente, haya alcanzado en algunos casos el
máximo nivel. Y cierto tampoco porque, cuantitativamente, no hemos aportado
tanta como lo han hecho nuestros vecinos europeos, léase Francia, Reino Unido,
Alemania o incluso Italia.
Aunque, abro paréntesis, quizás haya una razón extracientífica, una que en realidad ha sido y es toda una amenaza en ciernes, la falta de voluntad política. Lo dejo aquí, al menos por ahora, y voy con los hombres y sus aportaciones.
Remontándome a los
siglos XV, XVI, XVII y XVIII, pienso en el segoviano fraile dominico y teólogo Domingo
de Soto (1494-1560), quien llegó a las mismas conclusiones galileanas sobre
la caída libre, décadas antes que el pisano lo hiciera, como así lo reconoció.
Y en el teólogo y polifacético científico sigenense Miguel Servet
(1509/11-1553) y sus descubrimientos, como el de la circulación pulmonar.
O en el matemático sanluqueño Hugo de Omarique (1634-1705), al que el mismo Isaac Newton elogió. Sin olvidar al marino e ingeniero naval alicantino Jorge Juan (1713-1773), el primer hombre en medir el meridiano y, por supuesto, al naturalista, militar y escritor sevillano Antonio de Ulloa (1716-1795) descubridor del platino, Pt. Y ya de la que va, al militar, ingeniero, explorador, cartógrafo y naturalista buñuelo Félix de Azara (1742-1821), a quien el propio Charles Darwin citó en infinidad de ocasiones por las 450 especies de pájaros que llegó a catalogar.
Claro que si hablamos
de metales descubiertos por españoles, cómo no citar a los hermanos químicos
logroñeses de Elhuyar, Juan José (1754-1796) y Fausto
(1755-1833), descubridores del wolframio, W, y al naturalista
madrileño Andrés Manuel del Río (1764-1849) descubridor del vanadio,
V, al que él llamó eritronio.
En otro orden de asuntos y pasando a la primera mitad del siglo decimonónico, citar al polímata curantés Ramón Silvestre Verea (1833-1899), que ideó la primera calculadora mecánica capaz de realizar multiplicaciones directamente, la más avanzada de su tiempo y que aún se expone en el museo de IBM.
Bien, ¿cómo
ve lo de la aportación científica?, ¿podría ser que estuviéramos ante un tópico
iniciado en la desafortunada ocurrencia unamuniana de “¡Que inventen ellos!”,
continuada después por la insolvencia política de nuestros dirigentes? (Continuará)
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