(Continuación) Conocida como NGC 3132, hace unos años el Telescopio Espacial Hubble nos mostraba dos estrellas en su centro, pero en realidad, se trata de una vieja conocida desde que fuera descubierta en 1835 por el matemático y astrónomo inglés John Herschel (1792-1871), ya sabe hijo de William y sobrino de Caroline, casi nada.
Y naturalmente es, por ahora, la auténtica protagonista de toda esta historia. Nada menos que la primera de las fotografías obtenidas por el telescopio James Webb, más de seis meses después de su lanzamiento desde la Tierra, y una muestra de lo que seremos capaces de ver y, ¿por qué no?, hasta donde podremos llegar.
Más
de un experto comparte la idea de que estamos, no ya ante una vista
nueva y revolucionaria del cosmos que antes nunca habíamos tenido, algo que también,
sino que el Webb nos ayudará a encontrar repuestas para preguntas que todavía ni
siquiera sabemos que existan ni, por supuesto, cuales son. De estos mimbres
está hecho el hombre.
SMACS J0723.3-7327. El cúmulo
Es el nombre completo del cúmulo masivo y lejano de galaxias situado a unos 4200 millones de años-luz de distancia de nosotros, dentro de la constelación austral de Volans, y del que su galaxia central tiene una masa que es 358 000 millones de veces la de nuestro Sol, un valor inimaginable por astronómico.
Un
trozo de cielo visible desde el hemisferio sur de la Tierra que, a menudo, ha sido visitado
con anterioridad tanto por el telescopio Hubble, como por el satélite
artificial Planck o el observatorio de rayos X Chandra o CXC entre otros, en busca siempre
del pasado profundo del universo.
Un
cúmulo de galaxias espectacular que incluye miles de ellas, además de otros objetos
cósmicos más tenues y que, sin embargo, no cubre más que un trozo de cielo del
tamaño aproximado de un grano de arena sostenido a la distancia de un brazo
extendido, ¿se lo imagina? Una muy pequeña porción del vasto universo primitivo,
de la que tenemos imagen fotográfica.
SMACS 0723. La imagen
Obtenida por la cámara de infrarrojo cercano (NIRCam, por sus siglas en inglés), esta representación de campo profundo constituye un nuevo récord científico y tecnológico por varios motivos. No sólo es la primera imagen a todo color del telescopio espacial, también es la infrarroja más profunda y nítida del universo lejano hasta la fecha y no queda ahí la cosa.
Desde
un punto de vista técnico se trata de una composición formada por imágenes tomadas
en diferentes longitudes de onda (λ), a lo largo de 12,5
horas de exposición y ofreciendo un nivel de detalle nunca visto hasta ahora. Una calidad que evidencia
que estamos adentrándonos en una nueva era de fotografías astronómicas. (Continuará)
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las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información
sobre ellas.
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