(Continuación) No olvidemos que Microsoft -acrónimo de microcomputer y software- fundada en 1975 no llegó a dominar el mercado de los sistemas operativos para computadores personales hasta mediados de 1980.
Es decir, que para cuando la compañía informática podía ser una opción profesional para Richard Feynman (1918-1988) éste rondaba los sesenta años y además era Premio Nobel en Física desde 1965.
Sin contar que eran otros los campos de conocimientos
que le interesaban: mecánica
cuántica, física de la superfluidez, electrodinámica
cuántica y física de partículas entre otros. No, no lo veo como
empleado de la susodicha empresa estadounidense.
En busca de las fuentes
No obstante, ha de saber que la anécdota se recoge en el libro ¿Es lo bastante inteligente como para trabajar en Google? del periodista William Poundstone, un inquisitivo título que viene acompañado de un subtítulo que no se queda atrás Preguntas, trucos y estrategias de selección de las empresas más exigentes del mundo.
Toda una declaración de intenciones que se
complementa con la dedicatoria con la que arranca su primera página: ‘Dedicado al maestro Martin Gardner (1914-2010), el padre de los
acertijos matemáticos, cuya influencia, como escribe el autor, “en el tema de
este libro es considerable”’. O sea.
En cualquiera de los casos ya conoce mi postura ante
estos suspectos sucedidos y que tan bien recoge el proverbio italiano “E se non
e vero, e ben trovato”, y si no es verdad, está bien traído. Pues eso.
Adenda
Y, puesta negro sobre blanco la cuestión de las formas de las tapas de alcantarillado (esta es la décima, 10.ª, entrada), en ese ínterin ha de saber que me han llegado otras cuestiones no menos inquietantes, como:
¿Por qué los elefantes enormes desconfían de los
ratones?; ¿Hay calderos llenos de monedas de oro al pie
del arco iris?; ¿Es verdad que los dragones atacan en verano a los elefantes
para beber su sangre que está muy fría?; ¿Cómo hacer una varita mágica?
También otras, digamos, de altura: ¿Por qué el cielo
es azul?; ¿Cuánto pesan las nubes?; ¿A dónde van las estrellas caídas?; ¿Por qué no
tienen bisagras las tapas de alcantarillas?; ¿Qué son los polígonos
de Reuleaux?
Por estos finales me gusta tanto la ciencia que,
a diferencia de la creencia, siempre tiene más preguntas que respuestas.
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