miércoles, 18 de agosto de 2021

Perseidas y ortografía

(Continuación) Además, intuyó la procedencia extraterrestre de los meteoros y que las estrellas fugaces eran radiantes, es decir, que tienen su procedencia aparente en la misma zona del cielo, en su caso la constelación de Leo. Por todo lo apuntado anteriormente, Denison Olmsted, está considerado como el pionero en la ciencia de los meteoros.

Y a título de curiosidad ha de saber que, esas leónidas de 1833, fueron excepcionales pues cuentan que se llegaron a ver alrededor de veinte estrellas fugaces por segundo (20 met/s) durante seis horas (6 h). Una auténtica barbaridad meteórica por la que la gente se aterró al creer que llegaba el fin del mundo. Natural.

Una cuestión relativa

En general, las lluvias de estrellas fugaces se producen cuando nuestro planeta atraviesa una zona del espacio especialmente plagada de “piedrecitas”, que no son más que los escombros que deja a su paso algún asteroide o cometa. En nuestro caso, uno de los más famosos el 109P/Swift-Tuttle.

Aunque bien pensado, podríamos decir que los fugaces somos nosotros, que al girar de forma veloz (107 280 km/h) alrededor del Sol y en nuestro camino atravesarlas (meteoros), terminamos siendo impactados (meteoritos) con la no menos rápida velocidad de 57 km/s, equivalentes a 205 200 km/h.

Sí. Lo de fugaz es otra cuestión relativa, en esta ocasión cinemática, sea de relatividad galileana (1632) o einsteniense (1905).

Ortografía astronómica

Aplicada a la agosteña lluvia de estrellas, perseidas, la recomendación es que se escriba preferentemente con minúscula, al no ser el nombre propio de un objeto astronómico singular.

Es así como aparece escrito en el Diccionario de uso del español, de María Moliner, al definir la voz como: ‘estrellas fugaces cuyo punto radiante está en la constelación de Perseo; suelen observarse alrededor del 11 de agosto, fecha en que la Tierra cruza la órbita de ellas’.

Al no tratarse del nombre de un cuerpo celeste diferenciado -el satélite Luna, el cometa Halley, el planeta Mercurio o la estrella Sol-, sino el de un fenómeno astronómico y atmosférico, va con minúscula.

Algo similar a lo que ocurre con otros fenómenos como las auroras, los eclipses, las fases lunares o vientos, correspondientes a nombres comunes descriptivos. En esta misma línea gramatical, es preferible también la minúscula para otras lluvias: leónidas (de Leo o León), dracónidas (de Draco o Dragón) y gemínidas (de Géminis).

Incluso es admisible llamar dracónida, leónida o perseida, en singular, a cada una de esas estrellas fugaces. Para el nombre popular de estas últimas, lágrimas de San Lorenzo, se aconseja escribirlo con la “ele” de lágrimas en minúscula. (¿Continuará?)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 

 


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