(Continuación) Según la misma, Perseo cortó su cabeza para utilizarla como arma hasta que se la dio a la diosa Atenea para que la pusiera en su escudo. En fin, más mitología.
Ya de la que va, poner negro sobre blanco que la ficticia lluvia dorada del enamorado Perseo, nada tiene que ver con las reales perseidas. Como sabe, éstas reciben su nombre de la constelación que se encuentra «detrás» del astronómico espectáculo nocturno. Que esa es otra.
Me refiero a la constelación
de Perseo que, para mayor confusión entre astronomía y mitología,
está justo al lado de la de Andrómeda, su esposa. Sí, esto es un no acabar
porque en realidad, Perseo, es el nombre con el que se le conoce en el mundo
occidental, al menos desde los tiempos del griego Claudio Ptolomeo
(100-170).
Pero, por ejemplo, en China, a esa región de la bóveda celeste se la denomina ‘la pierna del Tigre Blanco del Oeste’. O sea.
Quisicosas astronómicas: Herrick
Tras las entregas
anteriores y la más reciente de este año (Perseidas, 2021),
destacar que las lluvias de estrellas, en general, son mucho, mucho, más
antiguas que el chamuscado santo Lorenzo, el héroe Perseo y la
ctónica Medusa.
Es más que seguro que
alguna de ellas ya asombrara a Lucy, la más famosa de los australopitecos,
en el valle de Hadar, así como a los neandertales que se refugiaban en
la malagueña y prehistórica cueva de Ardales, donde realizaban su arte
paleolítico, quizás el más antiguo del mundo (más de 66 000 años).
Pero seguro también que ninguno de ellos se percató, hasta hace relativamente poco, de que éste era un espectáculo de origen extraterrestre, y mucho menos, de que su periodicidad era anual. Digo relativamente poco pues, las perseidas, no fueron catalogadas hasta 1837 por el bibliotecario y científico aficionado estadounidense Edward Herrick (1811-1862).
Quien además fue el
primero en intuir que el origen de la lluvia podría estar en los restos de un cometa
o de un asteroide, estimando que su pico era el 9 de agosto, en víspera
de San Lorenzo. O sea que no estuvo nada mal, para ser un astrónomo aficionado.
Por cierto, Herrick fue discípulo de Denison Olmsted.
Quisicosas astronómicas: Olmsted
Pero las ‘lágrimas
lorenzanas’ no fueron la primera lluvia de estrellas catalogada. Lo fueron tan
solo cuatro años antes, en 1833, y lo hizo el físico y astrónomo estadounidense
Denison Olmsted (1791-1859), quien descubrió que una lluvia de estrellas
en noviembre, las ahora conocidas como leónidas, era un espectáculo de
periodicidad anual. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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