martes, 17 de agosto de 2021

Perseidas y algo más de astronomía

(Continuación) Según la misma, Perseo cortó su cabeza para utilizarla como arma hasta que se la dio a la diosa Atenea para que la pusiera en su escudo. En fin, más mitología.

Ya de la que va, poner negro sobre blanco que la ficticia lluvia dorada del enamorado Perseo, nada tiene que ver con las reales perseidas. Como sabe, éstas reciben su nombre de la constelación que se encuentra «detrás» del astronómico espectáculo nocturno. Que esa es otra.

Me refiero a la constelación de Perseo que, para mayor confusión entre astronomía y mitología, está justo al lado de la de Andrómeda, su esposa. Sí, esto es un no acabar porque en realidad, Perseo, es el nombre con el que se le conoce en el mundo occidental, al menos desde los tiempos del griego Claudio Ptolomeo (100-170).

Pero, por ejemplo, en China, a esa región de la bóveda celeste se la denomina ‘la pierna del Tigre Blanco del Oeste’. O sea.

Quisicosas astronómicas: Herrick

Tras las entregas anteriores y la más reciente de este año (Perseidas, 2021), destacar que las lluvias de estrellas, en general, son mucho, mucho, más antiguas que el chamuscado santo Lorenzo, el héroe Perseo y la ctónica Medusa.

Es más que seguro que alguna de ellas ya asombrara a Lucy, la más famosa de los australopitecos, en el valle de Hadar, así como a los neandertales que se refugiaban en la malagueña y prehistórica cueva de Ardales, donde realizaban su arte paleolítico, quizás el más antiguo del mundo (más de 66 000 años).

Pero seguro también que ninguno de ellos se percató, hasta hace relativamente poco, de que éste era un espectáculo de origen extraterrestre, y mucho menos, de que su periodicidad era anual. Digo relativamente poco pues, las perseidas, no fueron catalogadas hasta 1837 por el bibliotecario y científico aficionado estadounidense Edward Herrick (1811-1862).

Quien además fue el primero en intuir que el origen de la lluvia podría estar en los restos de un cometa o de un asteroide, estimando que su pico era el 9 de agosto, en víspera de San Lorenzo. O sea que no estuvo nada mal, para ser un astrónomo aficionado. Por cierto, Herrick fue discípulo de Denison Olmsted.

Quisicosas astronómicas: Olmsted

Pero las ‘lágrimas lorenzanas’ no fueron la primera lluvia de estrellas catalogada. Lo fueron tan solo cuatro años antes, en 1833, y lo hizo el físico y astrónomo estadounidense Denison Olmsted (1791-1859), quien descubrió que una lluvia de estrellas en noviembre, las ahora conocidas como leónidas, era un espectáculo de periodicidad anual. (Continuará)


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