[Esta entrada apareció publicada el 29 de octubre de 2020, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Tras la entrega de la semana pasada, Terremotos [CR-107], perteneciente a esa categoría de fenómenos terráqueos naturales junto a las pandemias y el vulcanismo dotados de las, poco deseadas y deseables, características de imprevisibilidad y peligro para los humanos, vamos hoy con el siguiente, la pandemia conocida como COVID-19 acrónimo oficial que la Organización Mundial de Salud (OMS) ha dado a la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus SARS-CoV-2.
Y que como tal fenómeno no es
nuevo, este tipo de desastres han existido toda la
vida, y del que sabíamos que era posible que alguno de los virus que habitan en
otras especies sin que éstas sufran gran perjuicio podían “saltar” a la raza
humana, con consecuencias incluso letales al estar ésta desprovista de las
defensas que han generado aquéllas a lo largo del tiempo.
Un saber no solo “teórico” sino práctico ya que contábamos con ejemplos del pasado, desde las pestes medievales hasta la actual COVID-19, pasando por la del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH), por citar una, y la mal llamada gripe española, por citar otra, muchas de ellas más letales que la actual. Justamente hace un siglo, a finales de la Primera Guerra Mundial y al otro lado del Atlántico, comenzó a morir gente en Camp Fuston, una transitada base militar situada en Kansas, a causa de una infección que terminaría matando entre 1918 y 1919 a alrededor de cincuenta millones de personas en todo el mundo.
Y es que, a lo largo de su historia, la
humanidad ha pasado por, y superado a, numerosas catástrofes sanitarias que es
lo que hará con toda seguridad con ésta -que no será la última téngalo también
por seguro- de forma que tarde o temprano, el coronavirus será vencido bien por
una vacuna, bien con la inmunidad que llaman de rebaño o bien por una combinación de ambas.
Sin minusvalorar que el coronavirus tiene un poder limitado y algunos indivíduos pasan la enfermedad sin darse cuenta ya que depende de la inmunidad de cada persona afectada. Y por supuesto nos queda el argumentario religioso del Eclesiastés: ‘Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa porque nada es eterno’.
Aunque naturalmente de la verdad del asunto ya
veremos quien termina enterándose, no creo que la mayoría de los contemporáneos
adultos lleguemos a saberla nunca. Pero sin duda alguna el coronavirus se
controlará, aunque no desaparezca, como tampoco lo hará otra pandemia que lleva
azotando al mundo desde que el hombre es hombre, sin mostrar el más mínimo
signo de desescalada, la de la necedad y
la estulticia. De ella pienso que
no desaparecerá nunca y para ello tiro nuevamente de creencia ‘El número de
tontos es infinito’, y algo de lógica pues como ya dijo el francés ‘La
estupidez insiste siempre’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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