Por motivos que no hacen al caso, días atrás volví a escuchar en una conversación una frase que, más o menos, no la recuerdo en su literalidad, venía a decir: “Yo, de estudiante, en cuanto veía una fórmula en un libro me echaba a temblar” ¿Le suena?
Es una de esas expresiones que
de vez en cuando se suele oír cuando se mantienen ciertas conversaciones en
torno a determinados temas y que los profesores, comunicadores, conferenciantes
o divulgadores de ciencia tenemos más que oídas y sabidas.
Pero, aparte del innegable
efecto disuasorio de las ecuaciones y los números para determinadas personas,
¿tienen razón quienes se manifiestan así? ¿tan terribles son dichos símbolos?
Y, por otro lado, ¿es necesaria la inclusión de una fórmula en un texto de
divulgación científica? ¿y suficiente?
‘Una breve historia del tiempo’, 1988
Por ponerle un ejemplo de hasta dónde puede llegar dicho efecto, y yendo a los grandes, tengo sobre mi mesa un ejemplar de Una breve historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros (1988) del físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador británico Stephen Hawking (1942-2018).
Ya sabe, el archiconocido libro
sobre el espacio y el tiempo, donde su autor enmarca el estudio del origen del
universo y la creación del espacio-tiempo, con conceptos fundamentales de
mecánica newtoniana, teoría de la relatividad, mecánica cuántica y cosmología
contemporánea. O sea que bien.
El mismo texto que contiene una
introducción de otro grande, nada menos que el también polígrafo, solo que él
estadounidense, Carl
Sagan (1934-1996), de quien este año
celebramos el nonagésimo (90.º) aniversario de su nacimiento. Pues bien, yendo
a lo mollar, Hawking, en el apartado de agradecimiento escribió:
“Alguien me dijo que cada ecuación que incluyera en el libro reduciría las ventas a la mitad. Por consiguiente, decidí no poner ninguna en absoluto. Al final, sin embargo, sí incluí una ecuación, la famosa ecuación de Einstein, E = m·c2. Espero que esto no asuste a la mitad de mis potenciales lectores”. Las palabras en cursivas-negrillas son mías y, ni que decirle tengo, el libro fue todo un superventas.
‘Las dos culturas’, 1959
Aunque no suelo coincidir en
casi nada de lo que afirma el escritor colombiano Gabriel García Márquez, sí hago mías sus palabras
cuando dice: “La idea de que la física sólo concierne a los físicos es tan
anticientífica como antiartística es, asumir que la poesía sólo concierne a los
poetas”. Le escribo esto porque, mucho me temo que pase prácticamente
desapercibido un libro del que, éste, se cumplen sesenta y cinco años de su
publicación. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
1 comentario :
La aversión hacia las fórmulas matemáticas, como bien señala el texto, es un fenómeno común y, al mismo tiempo, una limitación autoimpuesta que aleja a muchas personas del conocimiento científico. Stephen Hawking comprendió este obstáculo y lo sorteó magistralmente en Una breve historia del tiempo, minimizando la presencia de ecuaciones para captar a un público más amplio sin sacrificar profundidad. Sin embargo, esto abre un debate interesante: ¿es necesario simplificar la ciencia hasta ese punto? Quizás la clave esté en encontrar un equilibrio donde las fórmulas no intimiden, sino que despierten curiosidad, transformándolas en herramientas de entendimiento más que en barreras. La divulgación no debe limitarse a los especialistas; como bien sugieren Hawking y García Márquez, la ciencia pertenece a todos, como el arte o la poesía.
Publicar un comentario