(Continuación) Así que, nada de un altruista deseo por el bienestar de la humanidad y mucho de un particular afán por disponer de más tiempo para la entomología, el estudio científico de los insectos, su auténtica pasión. Una idea que, en mi opinión, no anda descaminada.
Algunas publicaciones
No
porque, tras estudiar durante años los cambios de luz a lo largo de los días, George
Hudson, presentó el artículo ‘Sobre el
ajuste de tiempo estacional en países al sur de 30 ° de latitud, 1895’ en la Sociedad Filosófica de
Wellington, y en él explicaba su propuesta horaria para la primavera de ese
año.
Aconsejaba adelantar el reloj dos horas en esa estación, para luego 'recuperarlas' en otoño y vuelta a empezar que todo es cíclico, ¿qué me dice del neozelandés? Una idea del todo revolucionaria que, como suele ocurrir, no cuajó, y eso que tres años después presentaba un segundo artículo, de título ‘En horario estacional, 1898’.
Es cierto que hubo cierto interés en la idea, sin embargo, no se llevó a cabo. Se ve que no era aún su momento, y a este respecto del oportunismo temporal ya nos había avisado el genial francés, “No hay nada más poderoso que una idea, a la que le ha llegado su tiempo”.
Sin
embargo, Hudson, no me parece un mal candidato a inventor del cambio de hora.
Paréntesis hudsoniense
Desde pequeño, el joven George, ya dio muestras de su precocidad como entomólogo, y con tan solo 14 años había acumulado una abundante colección de insectos británicos y publicado un artículo en The Entomologist, 1881. Sí, apuntaba maneras el joven.
Por lo que
no es de extrañar que, en los siguientes sesenta y cinco años, llegara a registrar
a mano información sobre miles de especies, que describió basándose en su
propio sistema de codificación (que ahora está en estudio) y que ocupó tres
volúmenes.
En la actualidad
su colección de insectos es la más grande de Nueva Zelanda y se encuentra en el
Museo de Nueva Zelanda Te Papa Tongarewa, más conocido como Te Papa, de la capital Wellington.
Entre otros muchos reconocimientos Hudson fue el primer receptor en 1933 de la T. K. Sidey Medal, creada por la Royal Society of New Zealand con los fondos recaudados para conmemorar la aprobación de la Ley de horario de verano de 1927.
Se trata de un premio científico que se entrega a
intervalos irregulares de tiempo y por una “investigación científica
sobresaliente”. (Continuará)
[*]
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