No son pocas las entradas enrocadas, acerca de los vínculos que se pueden establecer entre los diferentes campos de conocimientos científicos y el que es conocido como “el arte de Cúchares”, a lo largo de los últimos diez años. De modo que no le cansaré.
Si está interesado puede entrar en la categoría ‘Ciencia
y Tauromaquia’ donde podrá leer más cuatro docenas de ellas y a las que
ahora añado una saga más, la de los brindis taurinos, vinculada a una costumbre
antiquísima con varios siglos de existencia.
Una costumbre antiquísima
Tanto, que no son pocos los exégetas taurómacos que retrotraen
este gesto nada menos que a la época romana, vinculándolo con el saludo inicial
de los gladiadores en los anfiteatros, ya sabe, el latinajo ‘Ave, Caesar,
morituri te salutant’ o “Salve, César, los que van a morir te saludan”.
Y del que tenemos constancia literaria en la obra Vidas de los doce césares del historiador y biógrafo romano Suetonio y, desde el punto de vista histórico, prueba documentada de que la frase fue pronunciada en el año 52 por los criminales que iban a morir en un espectáculo en el lago Fucino, donde se simulaban encuentros navales ante la presencia del emperador romano Claudio. Y digo vinculada porque se trataba más bien de la petición de un permiso o saludo si quiere.
Ni que decir tiene que el vínculo entre la tauromaquia
y los anfiteatros romanos continúan en la actualidad gracias a que en algunos
de ellos se siguen celebrando corridas de toros. Me refiero, entre otros, a la Plaza
de toros de Nimes (Francia) o Arènes de Nîmes, coliseo construido como
tal en el año 27 a. C. y que desde 1863 acoge festejos taurinos entre otras
actividades en su ruedo elíptico.
Igualmente, a la Plaza de toros de Arlés (Francia) o Arènes d'Arles, circo ovalado construido a finales del siglo I de nuestra era y que en julio de 1830 acogió la primera fiesta taurina.
Brindis taurinos
Una vez hecho este polifacético inciso cultureta, vuelvo
a los brindis taurinos que nos traen, ese gesto con el que el matador de toros
ofrece la faena que va realizar, bien al público presente en la plaza o bien a
una persona en particular.
En el primer caso, tras pedir permiso a la Presidencia, el diestro se coloca en el centro del ruedo, saluda a todos los espectadores y arroja la montera al albero de manera airosa.
En el segundo, desde la barrera, el maestro le dedica unas palabras a la persona a la que ofrece la faena y, de espaldas,
le lanza la montera para que ésta la recoja. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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