martes, 1 de febrero de 2022

Antecedentes de la ley brandolina. Siglos XVIII y XIX

(Continuación) Por llevarlo a mi terreno, la semana pasada le ponía de ejemplos algunas estupideces relacionadas con el mundo de la ciencia y ya enrocadas como, el primer hollamiento lunar de 1969 o el terraplanismo, puesto en evidencia por la primera circunnavegación del globo terráqueo a cargo de Juan Sebastián Elcano, y del que estamos celebrando su quingentésimo (500.º) aniversario.

Y otros aún no enrocados, como la fusión fría, un solo experimento anómalo que ha requerido mucho esfuerzo para averiguar por qué no es cierto, o el creacionismo y su diseño inteligente, en fin. Todos ellos diferentes a su manera, pero con una característica común.

Gracias al uso espurio y masivo de las redes sociales, y por inverosímil que pueda parecer, una legión de crédulos ignorantes, siguen pensando que son ciertas. Y no me pregunte porqué, porque lo ignoro.

Los estudiosos del asunto éste de la credulidad, hablan de una asimetría en la capacidad de retención de la memoria, para explicar la difusión de estas y otras estupideces acientíficas. Lo que podría ser.

Conceptos similares, siglo XVIII

Evidentemente, a lo largo de la historia, el meollo de la ley de Brandolini ha sido plasmado, con no poco acierto, por no pocos notables intelectuales. Y como se suele decir en estos casos -sin ánimo de ser exhaustivo, intención de ser excluyente ni propósito alguno de agotar el tema-, le ofrezco una especie de prontuario expuesto con criterio cronológico.

En Cartas sobre la infidelidad de 1784, dirigidas a su primo William Stevens, el eclesiástico anglicano, académico y escritor inglés George Horne (1730-1792) le decía a este respecto: “La pertinencia y la ignorancia pueden plantear una pregunta en tres líneas, cuya respuesta costará al aprendizaje y al ingenio treinta páginas. Una vez hecho esto, la misma pregunta se volverá a hacer triunfalmente al año siguiente, como si nunca se hubiera escrito nada sobre el tema.

Y como a la gente en general, por una razón u otra, prefieren las objeciones breves que las respuestas largas, en este modo de disputa (si se le puede llamar así) las probabilidades siempre deben estar en nuestra contra; y debemos contentarnos con aquellos para nuestros amigos que tienen honestidad y erudición, franqueza y paciencia, para estudiar ambos lados de la cuestión”. No me diga que no lo clavó, el buen obispo.

Conceptos similares, siglo XIX

Casi un siglo después, en 1859, el también inglés y hombre de Dios, solo que bautista reformado, Charles Spurgeon (1834-1892), decía algo similar en términos, digamos, más cinemáticos, vea si no: “En el tiempo que una mentira le da la vuelta al mundo, la verdad está terminando de amarrarse los zapatos para empezar a andar” ¡Anda que no! (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


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