(Continuación) Y tras la ironía aspirínica del mexicano, le enroco algunos nexos más entre ese arte de la expresión escrita o hablada que es la literatura y este medicamento que, por su extraordinario poder salutífero, ha sido halagado con expresiones tan tajantes como: “la píldora universal”, “la droga milagrosa” e inclusive “una parte de nuestro patrimonio cultural”, algo que no se lo dicen a cualquiera.
Con anterioridad al reconocimiento orteguiano y la
aceptación académica del término, el escritor austrohúngaro
Frank Kafka (1883-1924), a comienzos de los años veinte, se declaraba
entusiasta defensor de su acción benéfica, aunque no se sabe -dicen las malas
lenguas- si las ingería también para aliviar sus dolores existenciales.
Por cierto, ya que hablamos del bohemio escritor que escribía en alemán, tengo una duda existencial, a ver si la comparten: Si la aspirina sirve para tantas dolencias, una vez ingerida, ¿cómo sabe ella qué parte del cuerpo es la que le duele a cada uno? Qué misterio tan insondable, espero su respuesta.
‘… y tiro porque me toca’
Sí porque en esta vida, que viene a ser una partida
gigante del juego de la oca, a veces las cosas fluyen (‘de oca en oca…’) con
todo lo que va, viene y nos sucede. De ahí que cambie de casilla del tablero, y
de la del autor de La metamorfosis, 1912, salte a la de otro gran
escritor que también en su correspondencia aludía a los favores del comprimido.
Afirmaba que no podía prescindir de él y lo consideraba una especie de panacea a la
hora de aliviar los dolores, bajar la fiebre y reducir las inflamaciones. Me
refiero al alemán Tomas Mann (1875-1955), que gracias a su novela Los
Buddenbrook, 1901 recibió el Premio Nobel de Literatura en 1929.
Y desde entonces, se cuentan por centenares las citas literarias o periodísticas en las que la aspirina aparece utilizada, con toda normalidad literaria, como un sustantivo propio o común. Empezando por Camilo José Cela (1916-2002), escritor español ganador del Premio Nobel de Literatura en 1989 quien, en su novela La colmena, 1951, escribe: “Martín ha tenido que hacer un esfuerzo tremendo, le duele un poco la cabeza, pero no se atreve a pedir una aspirina”.
Aspirina y más literatura
O la salmantina Carmen Martín Gaite (1925-2000),
quien en su obra El balneario de 1955 nos relata: “[...] una de esas
bandejitas que sirven para dejar los pendientes, los automáticos desprendidos y
alguna aspirina”. Y como no, Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999),
quien en su conocida obra Los gozos y las sombras de 1957-62, escribe:
“De prisa, don Baldomero, Aldán está febril”. “Pues tendrá que aguantarse o
tomar una aspirina, que otro remedio no hay”. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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