domingo, 10 de enero de 2021

Aspirina. Historia, Ciencias y Artes

Con un retraso de un par de semanas, tendría que haber sido enrocado antes de que acabara el pasado año, le traigo a estos predios una vieja conocida que, por entonces, cumplió sus primeros ciento veinte años de vida, allá en el difícil y para olvidar 2020. El primero del pandémico coronavirus conocido como SARS-CoV-2, causante de la enfermedad llamada COVID-19.

Volviendo al archiconocido fármaco, ya cuando hizo lo propio diez años antes (110.º aniversario) le escribí entre otras entradas Aspirina(I), Aspirina (y II) o De nuevo la Aspirina pero, por si no quieren retroceder para echarles una mirada, le expongo aquí y ahora una versión ampliada de los mismos, como ya habrá podido deducir del subtítulo Historia, Ciencias y Artes.

Como le decía, en el pasado año, celebró su centésimo vigésimo cumpleaños la de más arriba, y la verdad es que nadie lo diría dada la espléndida salud de la que goza, ser probablemente el fármaco más extendido, conocido y consumido en el mundo y estar, literalmente hablando, en todas partes: el botiquín familiar, el bolso de calle de cualquiera, el cajón de la mesa del trabajo y hasta si la pide, se la pueden ofrecer en el bar de la esquina, con su vaso de agua.

Un medicamento con una curiosa historia detrás en la que confluyen tres circunstancias bien diferentes entre sí, que le hacen ser un paradigmático ejemplo de unión entre: el poder curativo de los productos naturales, la inteligencia humana para reconocerlo y perfeccionarlo, y el amor del hombre por sus semejantes, en este caso el amor filial de un químico por su padre enfermo. Pero como principio quieren las cosas, empezaremos por ahí, por el comienzo.

En la Antigüedad

Ya en el tercer milenio antes de Cristo, así lo indican diferentes textos escritos en tablillas de barro de la antigua Mesopotamia bíblica, se utilizaba la corteza de sauce (‘Salix alba’) con fines medicinales. En concreto el médico griego Hipócrates (460-370) recomendaba mascar la amarga corteza de ese árbol para aliviar el dolor y la fiebre, y otros galenos recetaban a sus pacientes un preparado de corteza de sauce para mitigar el dolor de cabeza.

Un potingue que se obtenía moliendo la corteza a estado de polvo y que al tomarlo producía ese efecto benéfico, un ejemplo más del conocido y ancestral poder curativo de algunos productos naturales.

Sin embargo, aquel remedio tenía dos inconvenientes: irritaba el estómago y causaba, a la larga, una enfermedad muy extendida en el mundo antiguo, las hemorroides. Dos delicados asuntos, se los mire por donde se los mire.

De la salicina al ácido acetilsalicílico

La sustancia causante de tales efectos, deseados y no deseados, se descubrió en 1829 y era la salicina, un compuesto químico de nombre salicilato de sodio del que con posterioridad se extrajo el ácido salicílico, pero no adelantemos acontecimientos. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 


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