Y elige cuidadosamente los que depositará a los pies del ‘Salvador’. Son tres “preciosas joyas” para él.
Un diamante de la isla de Méroe, que repele los golpes del hierro y neutraliza los venenos; un trozo de jaspe de Chipre, especie de amuleto que estimula el don de la oratoria y, por último, un espectacular rubí de las Sirtes, cuyo fulgor disipa las tinieblas del espíritu.
Y con todo preparado inicia su viaje.
Camino de Borsippa
La ciudad sagrada del dios Nabu, en la que los antiguos habían erigido un zigurat de siete pisos, el lugar de encuentro de los cuatro Reyes Magos para emprender el viaje todos juntos.Una mágica conjunción real que no llegó a realizarse al completo, dado lo desafortunado y azaroso que resultó el viaje de Artabán, y el consiguiente retraso que los sucedidos le produjeron.
Unos aciagos encuentros que ahora relataremos pero que, vaya por delante, le impidieron llegar a la cita a tiempo. Veamos.
Según cuentan, el primero de los infortunios tuvo lugar muy cerca ya de Borsippa. Prácticamente estaba en las afueras de la ciudad cuando se encontró con un hombre malherido, desnudo, casi agonizante.
Se trataba de un comerciante que había sido atracado por unos ladrones que, además de robarle sus pertenencias, le habían propinado una buena paliza ¿Qué hacer?
Dilema y diamante
Artaban se vio envuelto en un dilema. Ayudar al necesitado o continuar su camino para reunirse con los otros reyes. Si se quedaba con él, seguro que perdería tiempo y los otros reyes lo abandonarían siguiendo su camino. No, no podía retrasar su marcha.
Su cabeza le decía que no tenía tiempo que perder, que debería proseguir sin tardanza su viaje. Al fin y al cabo se trataba del Rey de Reyes. Pero su corazón le impidió continuar.
Y obedeciéndole decidió ayudar al hombre. Ayudó a un hombre antes que al Rey de Reyes. Eso hizo Artabán.
Así que interrumpió el viaje, lavó con vino sus heridas, le entablilló sus huesos quebrados y permaneció a su lado hasta que recuperó el aliento y la consciencia. Entonces supo que los bandidos le habían dejado en la mayor indigencia ya que le robaron absolutamente todo.
Y de nuevo Artabán libró una batalla en su interior, de la que resultó ganador quien debería serlo siempre: el necesitado. El mago se apiadó del comerciante y le regaló el diamante de la isla de Méroe, que con tanto amor y cuidado había reservado para el Redentor.
Tras lo cual emprendió el camino.
En el zigurat de Borsippa
Cuando Artabán llegó a la ciudad se dirigió directamente al punto de encuentro acordado, el zigurat. Una construcción arquitectónica característica de la cultura en Mesopotamia, que estaba caracterizada por sus altos muros ya que podía alcanzar los siete (7) pisos de altura.
Aunque no está claro el uso que le daba, para los especialistas no es en absoluto descartable que pudieran servir de observatorio astronómico.
No lo es pues los mesopotámicos tuvieron grandes conocimientos del cielo, como así lo reflejan los documentos que han llegado hasta nuestros días.
Y en el zigurat nuestro rey se lleva una desagradable sorpresa. (Continuará)
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