domingo, 5 de octubre de 2025

‘Otoño’ de Arcimboldo, 1573

(Continuación) Última de estas cuatro cabezas compuestas, ‘testes compostes’, representativas de las estaciones astronómicas, concebidas por el artista milanés en la corte imperial de Viena y emparejadas con otras tantas pinturas representativas de los cuatro elementos clásicos (aire y primavera, fuego y verano, tierra y otoño, agua e invierno), como una alegoría del poder imperial de Maximiliano II.

De la relación entre las dos series nos informa un poema -acompañaba a esta serie describiendo el vínculo entre ellas, su sentido alegórico-, del humanista milanés Giovanni Battista Fonteo (1546-1580) que reza así: ‘El verano es caluroso y seco como el fuego. El invierno es frío y húmedo como el agua. El aire y la primavera son cálidos y húmedos y el otoño y la tierra son fríos y secos’.

Rasgos anatómicos: cuello, mejilla, nariz, …

En esta ocasión los componentes de la cara conforman un curioso compendio de hojas caídas, setas, y frutos de cosecha donde, incluso, algunos ven todo un catálogo micológico, con una variada representación de setas de todo tipo, además de vides, calabazas, pimientos y cebollas.

Así es el hombre de rasgos toscos, poco amable, que representa al otoño y que, como la primavera, mira hacia la izquierda. El cuello, formado por dos peras y algunas verduras, emerge de una cuba parcialmente destruida, mientras que los listones de madera que lo forman, se mantienen conectados a través de ramas de sauce.

Por su parte, la cara está formada por peras y manzanas, visibles en particular en la mejilla y la nariz; con un mentón que es una granada, mientras que la oreja es una seta y porta un pendiente en forma de higo; y complementan la imagen los labios y la boca formados de castañas, el cabello compuesto de racimos de uva y la parte superior que es una calabaza.

A ciencia cierta

A ciencia cierta se sabe que este pintor surrealista -al que muchos consideran el primero de la historia del arte, que se movió entre el capricho y la ciencia-, llegó a realizar, al menos, cuatro versiones de cada una de las series, que fueron muy apreciadas en su tiempo.

Empleadas por el emperador como regalos para otros soberanos emparentados con los Habsburgo, o vasallos suyos, estas series siempre se enviaban juntas acompañadas de indicaciones expresas y precisas de cómo debían ser colocadas.

En la actualidad, y que me conste, la única serie que se conserva completa es la de Las Estaciones que se encuentra en el Museo del Louvre, del año 1573, estando el resto incompletas y repartidas por diferentes museos y colecciones privadas; de la obra Aire solo se conocen copias pues no ha llegado hasta nosotros ningún original de su autor. (¿Continuará?)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 


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