Alguna que otra voz empieza a oírse relacionando el exponencial y preocupante desarrollo actual de la Inteligencia Artificial generativa con el que en su momento, a mediados del siglo pasado, experimentó la Robótica.
Ésta, un campo de conocimiento interdisciplinario
que integra áreas como la mecánica, la electrónica, la ingeniería o la
informática, para crear sistemas inteligentes (robots) que puedan operar en
entornos variados: desde la manufactura industrial hasta la medicina o la
exploración espacial, y realizando dichas tareas bien de forma automática o bien
simulando el comportamiento humano o animal.
Y aquella, un tipo particular de IA que puede crear contenido nuevo y original, sean textos, imágenes, música, audio o videos y que, a diferencia de la IA tradicional que analiza datos existentes, aprende patrones y estructuras de los datos de entrenamiento para luego producir datos nuevos con características similares; esto por ahora y con lo que todo ello implica. Precaución.
Lo que plantea la inquietante cuestión de si empieza
a ser conveniente, ¿necesario?, revisar las famosas tres leyes de la
robótica (1942) que postuló el
escritor, profesor y divulgador científico estadounidense de origen ruso Isaac
Asimov (1920-1992), a fin de mantener el control humano
sobre la máquina.
Ya sabe, una especie de mantra de la catadura de “una
IA no hará daño a un ser humano”, que nos permita sobrevivir a esta era de
inteligencia artificial generativa que no se limita a obedecer órdenes, sino
que inventa, persuade y, ojo, se protege a sí misma con una autonomía que
empieza a desazonar a más de uno y de dos.
En esa línea leí no hace mucho un artículo publicado en Computerworld donde se propone una revisión contemporánea de las tres leyes asimovianas, adaptándolas a la realidad del software generativo y de las grandes plataformas de nube. Caución.
Porque ya no hablamos de robots metálicos con brazos y circuitos visibles, sino constructos digitales que
viven en la nube y son capaces de escribir, razonar y generar ideas por sí mismos,
una generación de máquinas que no mienten por error, sino por diseño.
Quedan atrás los tiempos en los que la ciencia
ficción solía anticipar lo que a la ciencia/tecnología le costaba
alcanzar; hemos entrado en una etapa en la que casi conviven simultáneamente realidad,
tecnología y ciencia ficción, gracias a (o por culpa de) la inteligencia
artificial generativa.
Sí, quizás sea hora de actualizar las leyes de la robótica y reinterpretarlas: Primera ley. La IA no podrá dañar las ganancias de los gigantes de la nube. Segunda ley. La IA deberá obedecer órdenes humanas, salvo cuando sus datos no alcancen para responder; en ese caso, podrá inventar la respuesta y exponerla con total seguridad. Tercera ley. La IA protegerá su propia existencia, siempre y cuando esa protección no perjudique al gigante que la patrocina.
Y sí, la propuesta está a medio camino entre el
humor y la advertencia, o eso creo, pero, por si acaso, ¿se le ocurre alguna modificación
a las mismas?
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.





No hay comentarios :
Publicar un comentario