actualidad comienza en la calle Puente y Pellón y termina en la calle Pérez Galdós. Que es como decir que se encuentra entre dos paradigmas de la vida trashumante.
Entre Puente y Pellón y Pérez Galdós
La del político montañés Manuel de la
Puente y Pellón (1819-1886) que bajó hasta Sevilla, ciudad de la que llegó
a ser alcalde en tres ocasiones y donde una calle en reconocimiento lleva su
nombre desde 1886, el mismo año de su muerte. O sea que bien y pronto. Y la del
conocido y reconocido escritor canario Benito Pérez Galdós (1843-1920) que
subió a la Península, tuvo casa en Cantabria, escribió los Episodios
Nacionales o Fortunata y Jacinta y, desde 1921, sólo un año después
de su muerte, tuvo una calle que lo homenajea. O sea.
Bueno pues, entrambas calles, se encuentra la de nada menos que el hijo primogénito de Fernando III ‘el Santo’, que incluso para esta cuestión temporal de reconocimiento tuvo pésima suerte. Pésima pues no fue hasta 1845, es decir 561 años después de su muerte, que en su honor se renombrara una via sevillana, y ya sabe en qué desgraciadas circunstancias.
De entrada no lleva su nombre exactamente y, además,
ya conoce el anterior de la susodicha vía, la del animal doméstico de la familia
de los équidos (Equus africanus asinus). Por cierto, no le dije
que fue un alcalde monárquico quien decidió dedicarle la antigua calle Burro, en
fin cosas que pasan. Estará conmigo que sin lugar a duda, merece mejor
reconocimiento este caricaturizado, pero gran y culto, rey de Sevilla.
Cara y cruz alfonsinas
No en vano podemos
afirmar que trajo a España la civilización europea, inventó el
concepto moderno de la Historia y fue el primero en fundar una asociación
unipersonal para la defensa del patrimonio.
Institucionalizó las escuelas de traductores de Toledo de las que surgió el castellano medieval, lengua que el propio rey usó en sus escritos en sustitución del latín, elevando el prestigio intelectual del castellano escrito lo que posibilitó que se tradujeran a él numerosos textos jurídicos. Ni que decir tiene que Alfonso X está considerado fundador de la prosa castellana e impulsor de juegos, artes y ciencias. En fin, que no fue por azar que le llamaran ‘el Sabio’.
Naturalmente también tuvo sus sombras y
penumbras, muchas de ellas bastante alargadas, en realidad fracasó prácticamente
en todos sus grandes proyectos: convertirse en el gran emperador paneuropeo;
unificar los reinos de la Península Ibérica; granjearse el reconocimiento y respeto
de cristianos, musulmanes y judíos.
O conquistar el norte de África; dictar las
leyes más justas; escribir los mejores poemas; conocer y comprender la magia y
la astronomía; etcétera. Unos fracasos estratégicos que terminaron ocultando su
genio e intelecto que por otro lado él tampoco valoró. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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