(Continuación) El comentario de
más arriba me llegó al blog a propósito de estas palabras de hace unos días y
que le reproduzco: “Desde el cinematográfico gesto del pirata mordiendo una
moneda de oro y que nos habla de su blandura pues, si era de oro, la marca de
los dientes quedaría impresa en ella”. Pertenecen a la entrada ‘Quilate y Orfebrería (1)’ que tiene al quilate como protagonista de la unidad
de pureza o ley del oro con el que está realizada una joya o moneda.
Y sin duda es una imagen que todos
tenemos grabadas en nuestra retina, en la que podemos sustituir al pirata de
los siete mares por un banquero, un comerciante, un usurero, un prestamista o
lo que usted tenga a bien, sin que por ello el mensaje se debilite lo más
mínimo. Gracias a la mordida monedera, estas personas impedían que les dieran
gato por liebre, y de ahí la pregunta del lector ‘¿Es cierto que mordiendo una
moneda se sabe si es de oro? ¿Y de qué ley?’, [sic].
¿Sirve de algo morder la moneda?
De entrada y para evitar
equívocos, vaya por delante que eso de averiguar la ley del oro con el
que está hecha una moneda, con solo hincarle el diente va a ser que NO, es
imposible de toda imposibilidad. En lo que respecta a si, al menos, se puede
saber si es de oro o no pues, qué quiere que le diga, eso depende de la moneda,
así que algo de posibilidades hay, me explico.
Resulta que -aunque se trate de
un pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo (Sabina,
dixit)-, este método tan de macho alfa, solo funciona si la moneda es de
oro puro o sea de veinticuatro quilates (24 K), y esas piezas,
mire usted por donde, hace ya siglos que no las fabrican. No, por una razón que
ya hemos traído a estos predios.
La sustancia simple oro, Au
(s), es demasiada blanda como para ser usada en monedas y joyas que con el
tiempo terminarían deteriorándose con marcas y rayaduras, llegando incluso a
romperse ¿Y quién quiere algo tan valioso en esas condiciones?
De ahí que, en orfebrería,
le confieran dureza, rigidez, color o resistencia, aleándolo con otros metales a
la hora de fabricar joyas, objetos de adorno y monedas. Por eso, apenas hay monedas
de oro puro en el mundo, y no las hay desde hace ya casi cinco siglos.
¿Desde cuándo no hay monedas de oro puro?
Desde lo que se conoce como Período
Tudor, reinado de la casa de Tudor en Inglaterra, correspondiente más o menos
al lapso de tiempo comprendido entre 1485 y 1603, durante el que todas las
monedas de oro acuñadas en Gran Bretaña y Estados Unidos contenían metal cobre,
Cu (s), a fin de para hacerlas más duraderas.
Por poner solo un ejemplo, en 1538
y por orden real, la moneda de oro debía tener un 91,6 % del metal
precioso, un porcentaje correspondientes a unos veintidós quilates (22 K),
suficiente para endurecerla y que no quedara marcada con los dientes.
Así que el destinatario de la
misma, más que morderla, lo que hacía era pesarla, medirla y compararla con un
patrón legal, y si la moneda era falsa, dada la alta densidad relativa del oro,
o bien sería demasiado grande, o bien demasiado ligera. Pero nada de dientes, dientes
(Pantoja, dixit). (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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