Esto es amor, quien lo probó lo sabe. Nos lo dice quien es denominado Monstruo de Naturaleza, por
nada menos que Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), a su vez considerado
por todos como la máxima figura de la literatura Española. O sea. Un Lope
que nos muestra al amante áspero y tierno, a la vez que nos revela su forma de
padecer el amor en función de las propias contradicciones que le hace
sentir, en su caso, con la exhaltación de quien rompe las normas sociales. O
sea que.
Sin duda entregar el corazón
es la mayor prueba de amor que podemos darle a alguien, y hacerlo además a
través de las matemáticas es toda una originalidad. Pero si otras ciencias
demuestran por activa y pasiva que nada tienen que ver uno y otro, ¿por qué en
pleno siglo XXI, el órgano del corazón se sigue identificando con el sentimiento
del amor? Si le soy sincero, en puridad, no sé qué contestarle salvo el clasico
‘de estos mimbres estamos hechos los hombres’.
Binomio corazón-amor
Ni que justificar tiene el hecho de no
desarrollar, en este momento, la tontuna oriental de la suspecta existencia de
los siete chacras energéticos principales y de los que el cuarto, de
nombre Anahata, se encuentra supuestamente en el centro de nuestro
cuerpo, donde el corazón. No, de eso nada de nada, no es más que pseudociencia,
aunque no es menos cierto un hecho.
A lo largo del tiempo no pocas culturas orientales
y occidentales han equiparado, algunas lo siguen haciendo, la frecuencia
sentimental del amor con los rítmicos movimientos del corazón, y no andan muy descaminadas
en esta asociación de metafísica y física. Verá porqué le digo esto. Se puede
demostrar empíricamente que cuando una persona enamorada ve al destinatario de
su sentimiento, el corazón empieza a palpitarle de forma acelerada, enviando sangre
a la cara hasta sonrojarla.
Es el mismo corazón, que palpita emocionado
ante la presencia del ser amado, el que también puede sufrir y hasta
desfallecer cuando experimenta una decepción amorosa, pudiendo llegar a quebrarse
ante un desengaño. De ahí el dicho “le rompieron el corazón” o cuando decimos
que sufre ‘mal de amores’ o ‘derrama lágrimas de sangre’.
Creo que es en estas razones y otras que se
me escapen, donde radica el motivo por el que, casi cuatrocientos años después
de lo de Harvey, la humanidad siga considerando al corazón como
depositario del amor, aunque sepamos bien a las claras que tras él se
encuentra otro órgano, al que el cineasta estadounidense Woody Allen (1935)
consideraba su segundo órgano favorito. Sí se refería al cerebro.
(Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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