(Continuación) “Pero poco a poco se fue acostumbrando,
aprendiendo a dejarse llevar por las corrientes de aire y desplazarse más
cómodamente de flor en flor. La mariposa que una vez había sido Chuang Tzu
enseguida aprendió también a libar las flores con su trompa extensible, y
descubrió que el néctar era embriagador.
Fue en uno de esos momentos, mientras se deleitaba con
él, cuando descubrió aterrada que, a sólo un paso de ella acechaba un enorme
camaleón verde, inmóvil cual estatua y hambriento. Como es sabido de todos, si
hay algo que produzca pánico a un lepidóptero es precisamente un reptil, de ahí
que se quedara muy, muy, quieta, conteniendo la respiración y sabiendo que su
vida pendía de un hilo muy, muy, fino”.
Una
historia completa (segunda parte)
“Sabía que para el camaleón, que no nunca había sido
Chuang Tzu y la vigilaba con el ojo izquierdo atento a su más mínimo
movimiento, ella no era más que comida, así que el momento más que delicado era
vital. Sin embargo, cuando todo parecía perdido, llegó un ruidoso abejorro al
que el camaleón le dedicó la mitad de su atención con el otro ojo, el derecho.
Y la mariposa supo que tendría una oportunidad de salvar
la vida, aunque ésta solo duraría menos de una décima de segundo. Justo el
tiempo transcurrido desde que el himenóptero, que tampoco había sido nunca
Chuang Tzu, haciendo el mismo ruido que una avioneta perdiendo altura se posara
cerca del camaleón, y éste disparara su larguísima y pegajosa lengua a la
velocidad del rayo, atrapándolo.
Entonces, y solo entonces, la mariposa desplegó sus alas
y una ráfaga de viento la arrastró fuera del alcance del camaleón. Su diminuto
corazón latía desbocado mientras buscaba un lugar seguro donde refugiarse y descansar,
y que encontró en una cómoda hoja de junco a la orilla del lago donde se quedó
dormida.
Fue cuando la mariposa que una vez había sido Chuang Tzu,
quien soñaba que era una mariposa, soñó que era un hombre, Chuang Tzu, y ya no
sintió miedo del camaleón, pudiendo dormir sin temor”.
Y de la mariposa -protagonista junto al sueño y el hombre
del minicuento que está considerado como uno de los primeros-, a otro animal
que también en un entorno onírico, protagoniza al, quizás, más conocido de
todos los relatos hiperbreves, el que lleva por título ‘El dinosaurio’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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