(Continuación) Un contagio que, pensado con
detenimiento y siguiendo la dirección del fenómeno, puede producirse en los dos
sentidos y extremos del viaje espacial.
La conocida como contaminación de
regreso o back contamination, consistente en la introducción de supuestos
organismos microbianos extraterrestres en la biosfera de la Tierra, uno
de cuyos casos podría ser el de nuestras propias misiones espaciales. Una contaminación
de regreso que se iniciaría en el planeta explorado al interaccionar
astronautas, instrumental y material con hipotéticas formas de vida
microscópicas autóctonas.
Y la contaminación de salida o forward
contamination, es decir, la transferencia de vida microbiana de la Tierra a
otro cuerpo celeste con o sin vida extraterrestre propia, que esa es otra, y de
la que ayer le apuntaba algo, pero que dejo para mejor ocasión.
En la actualidad, por acuerdos
internacionales y a modo de norma rectora en el diseño de las misiones
interplanetarias, están establecidos unos protocolos de manejo y prevención que
vienen recogidos en una guía de Protección Planetaria (Planetary
protection). Su objetivo principal no es otro que el de evitar
la contaminación biológica de ambos astros, de destino y de retorno. Y ya de la
que va, no me resisto a mostrarle un par de icónicas imágenes del planeta, de
nombre parecido.
‘Canica azul’ y ‘Punto azul pálido’
Una es Canica Azul o Blue Marble,
que es como la llamaron Eugene Cernan, Ronald Evans y Harrison
Schmitt, astronautas del Apolo 17, la decimoquinta y última
misión en la que el ser humano pisó la Luna y que fue lanzada el 7 de
diciembre de 1972. Un nombre infantil más que comprensible, dada la imagen que mostraba
ante sus ojos cuando la fotografiaron desde la nave espacial, a 29 000 km de la
superficie terrestre, el 7 de diciembre de 1972.
La otra es Punto Azul
Pálido o Pale Blue Dot, tomada el 14 de febrero de 1990 por la
sonda espacial Voyager 1, de modo que dieciocho años las separan y no es
la única separación a destacar entre ellas. Cuando se tomó la fotografía, la
cámara se encontraba algo más lejos del planeta que cuando se hizo la Canica
azul, bueno, en realidad bastante más lejos. Se estima que podría estar a una
distancia de seis mil millones de kilómetros (6 000 000 000 km) del planeta, o
sea, es del orden de ciento treinta y tres mil (1,33·105) veces más
lejos.
Y sí, la expresión
también da título a un libro homónimo, Un Punto Azul Pálido: Una Visión del
Futuro Humano en el Espacio (1994), del astrónomo y divulgador
estadounidense Carl Sagan (1934-1996) quien declaró haberse inspirado en
la fotografía para el mismo.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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