(Continuación) Trato de decir que dicha ecuación de
ondas no trataba por igual los conceptos espacio y tiempo, no
explicaba el espín como propiedad fundamental de las partículas sin equivalencia
y no incorporaba la energía en reposo (ya sabe, el archiconocido E = m·c²)
entre otras limitaciones físico-matemáticas. En definitiva que tal como fue
introducida, no tenía en cuenta los efectos relativistas de las elevadas
velocidades del electrón en el átomo.
Y en esto llegó Dirac
Y así fue hasta que, como cualquier comandante
revolucionario de la trova cubana, llegó Dirac y, como aquel mandó parar,
éste se propuso conjugar cuántica y relatividad, deduciendo la ecuación
del electrón libre relativista de 1928. Una ecuación que unía ambas propuestas
y explicaba el comportamiento de los objetos muy pequeños que, además, se
mueven muy deprisa.
Por eso les decía que la de Dirac no es más que la
versión relativista de la ecuación de ondas de la mecánica cuántica, algo que
tiene poco o nada de romántico y que sin embargo ya ve hasta dónde nos ha
traído un tatuaje alusivo. Pero no, como dijo el genio relativista ‘La ley
de la gravedad no es responsable de que la gente se enamore’, por mucho
amor, ciencia y entrelazamiento cuántico que esté recreado bajo un seno
femenino con forma de supuesta ecuación.
Y si en el dominio de lo microscópico existe la antimateria, de forma que toda partícula en el cosmos tiene su antipartícula, su
“yo” negativo, que no olvidemos cuando se encuentran se destruyen, ¡ojo al dato
aniquilador¡ Y también existe la conexión cuántica, por la que que dos
partículas que han estado en contacto siguen influyéndose mútuamente hasta el
infinito aunque estén separadas millones de años luz de distancia, de modo que todo
lo que le ocurra a una, tendrá reflejo en la otra.
Ha de saber que, por lo que sabemos, nada de esto
sucede en el mundo macroscópico, donde no existe esa especie de “hasta que la
muerte nos separe” ratificada por la ecuación con símbolos y signos fisico-matemáticos
y entre los que falta por cierto el de “igual a cero”. Un olvido de enamorada.
Hablando de olvido, no quiero dejar de poner negro
sobre blanco un detalle físico relacionado con la propiedad física espín
(del inglés spin 'giro, girar'), momento cinético o angular
de cualquier partícula o sistema de partículas elemental, sin equivalencia en
la física clásica y caracterizado por un valor fijo.
Una propiedad fundamental de estas partículas que las
divide en dos familias totalmente distintas e independientes. Los bosones,
con un valor de espín entero (sirva de ejemplo el fotón) y responsables
de la transmisión de las fuerzas de la naturaleza, y los
fermiones, de valor de espín semientero (sirva de ejemplo el electrón)
y constituyentes de las partículas elementales. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
1 comentario :
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