(Continuación) Ya
de la que va indicar que estas conferencias, Rede Lecture y Richmond
Lecture, llevan el nombre de sus “benefactores”, por un lado Sir Robert Rede (-1519) que fue Presidente
de la Corte Suprema de Justicia en el siglo XVI, y por otro el almirante Herbert Richmond (1871-1946). Hay que
ser agradecido y dar al César...
Leavis, en su conferencia
de título ‘Two
Cultures? The Significance of C. P. Snow’ -que también, siguen los
paralelismos, fue publicada poco después en una revista, The Spectator, y al año siguiente aparecía en forma de libro-
sorprendió a todo el mundo por la ferocidad que empleó a la hora de combatir a Snow.
No ya
porque estuviera en desacuerdo con su idea de que la ciencia era clave para el progreso, y a la que contraponía la literatura, que en su opinion era la disciplina
que en realidad ayudaba a interpretar las complejidades de la vida. Un asunto complejo
sin duda, pero sobre el que sentenciaba además, que la ciencia tenia poco que
ofrecer en ese sentido. En sus propias palabras: “su libro tiene una falta completa de distinción intelectual y una
embarazosa vulgaridad de estilo”. En fin.
No ya
por el desacuerdo ideario, que también, sino sobre todo por el brutal ataque
personal con el que lo acompañaba, pues no en vano le acusaba de ser “relaciones públicas del estamento
científico” o “no solo no es un
genio, sino que es tan intelectualmente poco distinguido como sea posible
serlo” y otras perlas del falaz estilo.
Unos
ataques ‘ad hominem’, a los que dedicaba
más espacio que al propio argumentario contra la tesis de Snow, que no solo
estaban fuera de lugar por las formas, sino que hizo que buena parte del
público se pusiera, en el fondo, en su contra y a favor del físico. Son las
típicas simpatías que suelen despertar las víctimas de ataques desproporcionados,
al margen de lleven razón o no.
Porque
no es que Leavis no hiciera aportaciones interesantes y razonables al debate,
que las hizo. Es poco discutible su denuncia acerca de que la medida del
progreso no se podía basar, sólo, en las mejoras científicas y tecnológicas. Por
supuesto que sí, pero sin duda también lanzó piedras contra su propia tesis al afirmar,
de la forma que lo hizo, la superioridad de la literatura a la hora de estudiar
y comprender los valores humanos.
Y que en
definitiva vino a ser una demostración práctica de todo lo contrario pues, a
pesar de su brillante bagaje literario, éste no le sirvió para medir el alcance
que tendrían sus contundentes palabras. Un duro juicio de valor que le valieron
una querella judicial que perdió, teniendo que hacer frente a una indemnización
económica.
O de cuando las cañas se convierten en lanzas. Una cuestión de
medida, un poco más algo menos, de la que ya nos aviso Antonio, el poeta
hermano de Manuel. El vibórico Borges
‘dixit’. (Continuará)
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