jueves, 16 de mayo de 2019

‘Two Cultures? The Significance of C. P. Snow’. F R Leavis

(Continuación) Ya de la que va indicar que estas conferencias, Rede Lecture y Richmond Lecture, llevan el nombre de sus “benefactores”, por un lado Sir Robert Rede (-1519) que fue Presidente de la Corte Suprema de Justicia en el siglo XVI, y por otro el almirante Herbert Richmond (1871-1946). Hay que ser agradecido y dar al César...
Leavis, en su conferencia de título ‘Two Cultures? The Significance of C. P. Snow’ -que también, siguen los paralelismos, fue publicada poco después en una revista, The Spectator, y al año siguiente aparecía en forma de libro- sorprendió a todo el mundo por la ferocidad que empleó a la hora de combatir a Snow.
No ya porque estuviera en desacuerdo con su idea de que la ciencia era clave para el progreso, y a la que contraponía la literatura, que en su opinion era la disciplina que en realidad ayudaba a interpretar las complejidades de la vida. Un asunto complejo sin duda, pero sobre el que sentenciaba además, que la ciencia tenia poco que ofrecer en ese sentido. En sus propias palabras: “su libro tiene una falta completa de distinción intelectual y una embarazosa vulgaridad de estilo”. En fin.
No ya por el desacuerdo ideario, que también, sino sobre todo por el brutal ataque personal con el que lo acompañaba, pues no en vano le acusaba de ser “relaciones públicas del estamento científico” o “no solo no es un genio, sino que es tan intelectualmente poco distinguido como sea posible serlo” y otras perlas del falaz estilo.
Unos ataques ‘ad hominem’, a los que dedicaba más espacio que al propio argumentario contra la tesis de Snow, que no solo estaban fuera de lugar por las formas, sino que hizo que buena parte del público se pusiera, en el fondo, en su contra y a favor del físico. Son las típicas simpatías que suelen despertar las víctimas de ataques desproporcionados, al margen de lleven razón o no.
Porque no es que Leavis no hiciera aportaciones interesantes y razonables al debate, que las hizo. Es poco discutible su denuncia acerca de que la medida del progreso no se podía basar, sólo, en las mejoras científicas y tecnológicas. Por supuesto que sí, pero sin duda también lanzó piedras contra su propia tesis al afirmar, de la forma que lo hizo, la superioridad de la literatura a la hora de estudiar y comprender los valores humanos.
Y que en definitiva vino a ser una demostración práctica de todo lo contrario pues, a pesar de su brillante bagaje literario, éste no le sirvió para medir el alcance que tendrían sus contundentes palabras. Un duro juicio de valor que le valieron una querella judicial que perdió, teniendo que hacer frente a una indemnización económica.
O de cuando las cañas se convierten en lanzas. Una cuestión de medida, un poco más algo menos, de la que ya nos aviso Antonio, el poeta hermano de Manuel. El vibórico Borges ‘dixit’. (Continuará)
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