“¡Quién
fuera diamante puro! / -dijo un pepino maduro. /
Todo necio / confunde valor y precio”. De este aforismo de su maestro Abel
Martín, tan aficionado él a las fantasías poético-metafísicas del ‘fugit
irreparabile tempus’, el escéptico Juan de Mairena solía comentar que sí, pero
que pasarían los pepinos y quedarían los diamantes. Una certera afirmación a la
que añadía -todo hay que decirlo en honor a la verdad- que para entonces ya no
habrá quien los luzca ni los compre. Y no andaba falto de razón.
El que abre esta ‘Opinión semanal’ es sin duda uno
de los muchos proverbios del poeta, vinculado a una larga serie de apócrifos,
en los que se plantea una nueva forma de poesía, el aforismo filosófico o, por
qué no, su complementario intelectual, esa especie de nueva filosofía que es el
aforismo poético. De manera que poeta y filósofo están frente a frente pero no son
hostiles y solo trabajan cada uno en lo que el otro deja. Hombres de otro
tiempo que buscan al complementario, aquél que siempre marcha con nosotros y que
suele ser nuestro contrario. De todos modos y puesto a ser, quizás, la
aspiración del pepino sea solo una pepinada. No olvidemos que para algunos
exégetas, el poeta cambió por cobre filosófico buena parte de su oro poético de
ayer, y no son lo mismo un metal y otro. No, no lo son. O sí, según la física transmutación
nuclear. En fin, diamante y pepino. Claro que, puestos a no ser, tampoco parece
que fueran lo mismo para el mejor poeta español del siglo XX, el sevillano
Antonio Machado, los conceptos de valor y precio cuando, con su claro y sencillo
lenguaje, escribía: “Todo necio confunde valor y precio”.
Precio,
valor y necios. Y no son pocos los que así los
confunden, aunque en principio no tengan porqué equivaler. Uno de ellos, el
valor, el valor de algo, viene dado por el grado de estima en el que lo tenemos,
un grado que dependerá a su vez de los recuerdos que le tengamos asociados, de
su propio mérito, de su utilidad, de las ventajas que de él obtenemos o podamos
obtener. En definitiva el valor de una cosa tiene bastante de subjetivo, de personal,
de vivido pues es una significación que nace de nuestro interior.
El otro, el precio, eso es ya otra cosa. No es más
que lo que estamos dispuestos a pagar cuando ese algo se ponga en venta, y podamos
comprarlo con dinero (quizás la forma más barata de todas) o con cualquier otro
bien, sea éste el que sea. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[Esta entrada fue publicada el sábado 11
de mayo de 2019, en el diario digital Rota al día]
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