lunes, 13 de mayo de 2019

El albero de la Maestranza (y 2)

(Continuación) Hasta la del color, amarillo albero, que a partir de esta tierra se prepara y con el que se engalanan los resaltes de la fachada del coso del Baratillo y de otros edificios sevillanos.
Me vienen a la mente la Basílica de San Lorenzo, el Palacio de San Telmo, las paredes de la calle Judería junto al Alcázar o la Iglesia del Salvador por citar algunos de los más emblemáticos y reconocibles. Por lo que tengo consultado, el uso del albero y su tono dorado se hizo muy popular a partir de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, por una cuestión estética de contraste.
Y junto a él es evidente la presencia de otro color, el rojo carmesí, tan asociado al poder junto con el escarlata y que es el del Pendón de San Fernando, una de las banderas históricas de España con las que el rey Fernando III tomó Sevilla en 1248.
Así que, perdonen la deriva cromática- musical, a pesar de lo que nos cantaron el dúo Los del Río de la sevillana localidad de Dos Hermanas, precisamente para la Exposición Universal de 1992, Sevilla no tiene un color especial sino dos, o lo que se pierde de una exposición a otra.

Sevilla tiene un color especial, / Sevilla sigue teniendo su duende.
Me sigue oliendo a azahar, / me gusta estar con su gente.
Por último, junto a las de un tipo de tierra y de color, existe una tercera acepción de la palabra albero, en este contexto de la Tauromaquia en el que estamos lidiando.
Albero: tierra, color y ruedo
Como seguro saben, albero, se suele utilizar también para referirse al propio ruedo, redondel, coso, palestra, anillo o circo, que de todas estas formas es conocido ese terreno “circular” situado en el centro de la plaza, limitado por la barrera y destinado a la lidia del toro. Sí, ha leído bien, circo.
Y de esta denominación da buena prueba el nombre de la calle interior que rodea la plaza de toros, la calle Circo, que se denomina así desde 1859, por la circunferencia que describe su trazado y que ya aparece en los planos de la segunda mitad del siglo XIX.
Con el tiempo, y motivado por la construcción de las manzanas de edificios que rodean y encierran gran parte del perímetro de la plaza, su extensión se fue limitando, quedando aislada del resto del viario por verjas y cancelas.       De hecho, cuando en el siglo XX se construye la manzana de calle Adriano, el acceso a esta calle se hará a través de un paso abovedado que queda privatizado por la colocación de una cancela.
Y por supuesto que por ella pudo andar nuestro invitado especial de esta saga de enroques taurinos, el científico victoriano Sir Francis Galton, cuando asistió a esa corrida del Domingo de Ramos del 2 de abril de 1899, hace ahora poco más de ciento veinte (120) años. Un circo, el del Arenal sevillano, que allá por los comienzos del siglo XVIII inició el proceso técnico de modificar su forma a causa del cambio de lidia de caballo a pie.
Como ya hemos comentado, en un principio, estos espacios eran cuadrilongos al tratarse de una actividad festiva practicada por la nobleza en sus picaderos. Pero al pasar a realizarse la lidia a pie, y dado que el toro se refugiaba en los vértices lo que la dificultaba, se empezaron a construir ovaladas y, finalmente, redondas que sin duda es la forma que más facilita más la brega con el toro.

Una tendencia que terminó marcando estilo, si bien no por ello dejaron de existir plazas de ruedo no redondo.
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