(Continuación)Tiempo, amor y muerte, tres temáticas potentes
y fecundas donde las haya, que como pocos ignoran resultan ser recurrentes,
atractivas e inevitables en poesía.
Bueno, en puridad hay quien añade otra, las moscas, que quizás por ser tan familiares no han tenido un “digno
cantor” o sí.
A lo mejor no hay nada más poético que las moscas... Pero ése es otro asunto que no toca hoy. Así que vayamos a los que nos traen -Kronos, Eros y Thánatos-, y continuamos con el segundo, Eros.
¿Qué
me quieres amor?
Un inquietante inquirir que implica variadas
respuestas porque, ¿qué amor es el que le quiere? ¿Cuál es ese?
Me viene a la memoria, lo releí no hace mucho, el
nostálgico amor lejano del trovador y poeta aquitano J. Rudel (1113-1170). La historia nos dice que fue un gentilhombre
del siglo XII que se enamoró perdidamente de la princesa de Trípoli, sin
haberla visto. La quiso podríamos decir como de oído, en la distancia, sólo por
las cosas que oyó de ella: su discreción, su laboriosidad, su belleza,
etcétera.
Tanto, tanto, amor despertó en su imaginación la lejana
lejanía, que le compuso infinidad de versos hasta que, no pudiendo soportar más
el alejamiento, embarcó para conocerla. Y cuentan que en plena travesía hacia
Trípoli, enfermó y que fue entonces la princesa quien, conocedora de su
historia se acercó hasta su lecho de muerte, lo acompañó e hizo enterrar con
gran boato y ceremonia.
Una atractiva forma de querer sin duda que, quieras
que no, le evitó una de las principales dificultades que, a qué dudarlo y a la
larga, presenta el amor. Sí, lo que está pensando, la convivencia diaria. La
misma que nos evidencia que a veces, el amor, tan pronto como viene se va. Que
suele llegar apabullando, sí, pero que también se va aullando.
Bien nos los dice nuestro escritor del Siglo de Oro,
Francisco de Quevedo (1580-1645): “Es hielo abrasador, es fuego helado, / es
herida que duele y no se siente, / es un soñado bien, un mal presente, / es un
breve descanso muy cansado”. Bellísimos los oximorones.
Vamos que empieza por imbuirnos, termina por
engullirnos y en el ínterin pasa de los excesos a los defectos, tal vez todo
esto porque sobrevaloremos el objeto en el cual depositamos nuestra libido. Quizás por eso no debamos
confiar jamás en el amor. Como dice el poeta pesimista: “Enamórate de alguien que te ame. No te enamores del amor, enamórate de
alguien que esté enamorado de ti”. Realista Eros.
Adenda
cultureta
Desde el campo de mitología griega algo hemos escrito sobre este dios
responsable de la atracción sexual, el amor y el sexo, por ende un dios de la
fertilidad, de modo que no insisto.Pero de lo que no hemos dicho ni media palabra es de
la acepción del término Eros, dentro
del campo de la psicología social, y
que ahora diremos.
Por lo que tengo leído, en esta rama de la psicología
algunos exégetas diferencian hasta seis (6) formas arquetípicas de
comportamiento amoroso, de las que tres (3) pertenecen a lo que llaman amor
primario y las otras tres (3) al amor secundario. Por si les interesa Eros es
de los primarios. Y hasta aquí la psicología de Eros, lo dicho, media palabra.
En la ciencia del espacio que es la astronomía, la palabra Eros también
juega su papel pues es el nombre de un asteoride,
el número 433 que forma parte de los
conocidos como Asteroides Amor, y de
esto sí hay algo escrito. (Continuará)
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