lunes, 10 de noviembre de 2025

‘Nunca puedo mirar... [CR-333]

Esta entrada apareció publicada el 31 de octubre de 2025, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]

... detenidamente a un mono, sin caer en humillantes reflexiones muy mortificantes’. La frase es del dramaturgo inglés William Congrave y la pronunció en 1695, trecientas treinta años nos separan ya de ella y sin embargo es como si no hubiera pasado el tiempo. No en vano reflejaba y refleja casi a la perfección la externa fascinación, a la vez que íntima repulsión que, en algunos de nosotros, suelen provocar las semejanzas entre el hombre y otros primates como monos y chimpancés. Paradoja, fascinación, repulsión e inquietud.

Una medida de esta fascinación nos la da, de un lado, el numeroso público que siempre tienen estos animales en los parques zoológicos, seguro que se ha dado cuenta si ha tenido ocasión y, de otro, el largo tiempo que dichas personas suelen permanecer observándolos, como abstraídos. Paradójico porque la repulsión proviene de una idea inquietante, la de que estemos emparentados y seamos monos, sí, más grandes, más inteligentes, más evolucionados pero monos. De hecho, somos “primos lejanos” de los actuales, no descendemos de ellos sino que compartimos un ancestro común del que evolucionamos por separado; ambos somos primates, un grupo de mamíferos que incluye a monos, lémures, simios y humanos.

A saber, lo que vino a pensar siglo y medio después el inglés Charles Darwin mientras en 1838, casi dos años después de haber finalizado su periplo alrededor del mundo a bordo del HMS Beagle observaba a la famosa orangután 'Jenny' que se exhibía en el Jardín Zoológico de Londres. Toda una atracción para la época a la que el naturalista le puso delante de la cara un espejo, observando con sorpresa su expresión de desconcierto simiesco, tan inquietantemente parecida a la de un ser humano; también vio la cara de miedo y recelo que ponía cuando, a escondidas, hacía algo que sus cuidadores le tenían prohibido, sí, mismamente como hacemos nosotros y no, no podía ser casualidad.

Además, estaban las numerosas muestras de animales y plantas recogidas a lo largo de su viaje de cinco años que apuntaban en el mismo sentido y confirmaban su evolutiva hipótesis: estamos emparentados en mayor o menor grado con la vasta panoplia de formas de vida que pueblan el planeta, a través del mecanismo de la evolución. Una reflexión que a diferencia de lo que pensaba el dramaturgo, no tenía nada de humillante ni mortificante, todo lo contrario, aunque eso sí, no llegó a ella de forma sencilla a pesar de su incuestionable genialidad, no en vano necesitó más de veinte años en publicarla. Y ni que decir tiene el relato bíblico acerca de que el hombre había sido creado a imagen y semejanza de Dios, ¿cómo iba a ser verdad si nos parecemos tan extraordinariamente a ciertos simios? No, no y de nuevo no, ni hablar de creación divina.

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

ÍNDICE



1 comentario :

Un seguidor dijo...

¿Por qué aparece hoy en Google un doodle de la fotosíntesis?