(Continuación) Ahí radicaba la diferencia entre ambas aeronaves, mientras que el avión tenía las alas fijadas al fuselaje, el autogiro las tenía fijadas a un rotor. Un prototipo, el CI, que no obstante nunca llegó a volar pues el rotor inferior giraba a menos velocidad de la prevista y necesaria, y el efecto giroscópico junto a la asimetría de la sustentación hicieron volcar el aparato.
Autogiros
Cierva C2, C3 y C4 (1922)
Dificultades parecidas tuvieron los otros dos modelos que
le siguieron y que tampoco volaron, el C2 y el C3,
en los que la pala que avanzaba y la que retrocedía giraban a menos velocidad
de la necesaria y suficiente.
La solución al problema de la sustentación del rotor
llegó con la construcción del prototipo C4 en 1922, en el que de
la Cierva incorporó una revolucionaria idea, la de articular las palas del
rotor en su raíz; de esa forma eliminaba la causa del fracaso de los primeros
prototipos, la fijación rígida de los rotores al cubo central, consiguiendo la
fuerza de sustentación necesaria para elevar la máquina.
Aunque los primeros intentos con el C4 fueron infructuosos, los ensayos realizados en el túnel de viento de circuito cerrado del aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid, por aquel entonces el mejor de Europa, aportaron la solución.
Primeros
vuelos con el C4 y C5 (1923)
Y el 9 de enero de 1923 se probaba con éxito el
nuevo aparato en el aeródromo de Getafe, un primer vuelo que en realidad
deberíamos llamar “salto”, uno de 183 m pero que sirvió para demostrar la
validez de su idea científica-técnica para volar.
Fue algo parecido a lo que le ocurre a Supermán, ‘El
Hombre de Acero’, que no vuela sino que pega grandes saltos, impulsos “supermánicos”
que crean esa falsa ilusión, pero no, no vuela, aunque esa es una historia que
habrá contar en otra ocasión.
Volviendo al murciano, y a finales de ese mismo mes, el C4 lograba recorrer unos 4 km, en más o menos 4 min, dentro del circuito cerrado del aeródromo de Cuatro Vientos y hacerlo a unos 30 m de altura, eso sí era volar.
Y en julio de ese mismo año, con el mismo motor pero
instalado en un prototipo C5 conseguía llegar hasta Getafe,
estamos pues de centenario; a partir de ese momento de la Cierva, que había
financiado a sus expensas todos sus intentos, contó con una subvención del
gobierno español.
Otros
vuelos con el C6 (1924)
En este año el capitán Loriga, considerado uno de
los mejores pilotos del momento, realizaba entre el 9 y el 12 de diciembre tres
vuelos a bordo del autogiro consiguiendo permanecer en el aire más de ocho
minutos, subir a cerca de doscientos metros de altura en Cuatro Vientos y hacer
entre dicho aeródromo y el de Getafe, el primer viaje aéreo de una máquina para
volar distinta al aeroplano.
Él fue también el encargado de hacer una demostración del nuevo autogiro ante el Rey Alfonso XIII, y en el artículo ‘El primer viaje del autogiro’, publicado en la revista Madrid Científico de 1924, de la Cierva describía esta hazaña.
No solo lo hacía como un éxito deportivo, sino como otra
confirmación empírica, y mucho más completa que todas las anteriores, de las
cualidades previstas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue
publicado el 18 de diciembre de 2023, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA,
del diario digital Sevilla Actualidad.
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